La lucha por el poder dentro del independentismo catalán ha alcanzado niveles de tensión sin precedentes. Junts per Catalunya (Junts) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), los dos principales partidos que lideraron el movimiento del ‘procés’, se encuentran en una confrontación abierta que evidencia la profunda división y el declive de sus respectivas posiciones políticas.
La última escalada de esta guerra interna se produjo cuando Carles Puigdemont, líder de Junts y expresident de la Generalitat, lanzó una seria amenaza: “habéis pasado los límites”. Puigdemont, que vive en el exilio para evitar su arresto en España, ha declarado que regresará a Cataluña para la investidura de Salvador Illa como presidente, un movimiento que muchos consideran un riesgo calculado para forzar su detención y culpar a ERC por ello.
Desde Junts, esta retórica se ha intensificado, acusando a ERC de ser cómplices en una hipotética detención de Puigdemont si regresa a España. Esta acusación ha sido recibida con indignación por parte de ERC, que la califica de «ofensa» y exige una disculpa inmediata. En un comunicado, ERC manifestó que “considerar que una hipotética detención del presidente Puigdemont sería culpa de ERC es una ofensa”.
La ejecutiva de ERC ha respondido con dureza, defendiendo su decisión de apoyar la investidura de Salvador Illa y calificando las acusaciones de Junts como un intento desesperado de mantener su relevancia política. Según ERC, el ataque de Junts es una muestra de nerviosismo debido a que el acuerdo con el PSOE y la consiguiente presidencia de Illa dejarían a Puigdemont fuera del poder en la Generalitat.
Un conflicto prolongado y un independentismo en decadencia
La rivalidad entre Puigdemont y Oriol Junqueras, líder de ERC, no es nueva. Data de mucho antes del referéndum de independencia de 2017 y ha estado marcada por desconfianzas y desencuentros. Un episodio particularmente notable ocurrió en febrero de 2018, cuando el cuñado de Junqueras reveló en un programa de TV3 que Puigdemont no había mostrado interés por el bienestar de la familia de Junqueras durante su encarcelamiento, un hecho que sorprendió y enfureció a la audiencia independentista.
Este antagonismo se ha manifestado en múltiples ocasiones, como cuando Junqueras, siendo vicepresidente del Govern, se reunió en secreto con líderes socialistas, incluyendo a Pedro Sánchez, sin informar a Puigdemont. Estos actos de deslealtad han sido documentados en las memorias de Puigdemont, donde se enumeran una serie de reproches hacia Junqueras.
El constante declive en la popularidad de ambos partidos refleja un cansancio y desilusión entre los votantes independentistas. Las batallas internas, los fracasos electorales y la falta de un plan coherente han erosionado la base de apoyo del ‘procés’. Incluso dentro de las redes sociales, se percibe una creciente vergüenza y frustración entre los partidarios independentistas que ven cómo sus líderes se enzarzan en disputas mezquinas en lugar de avanzar hacia sus objetivos comunes .
La confrontación actual entre Junts y ERC es un claro indicativo de la decadencia del movimiento independentista catalán. Lo que comenzó como un esfuerzo concertado por lograr la independencia ha degenerado en una lucha de poder interna que, lejos de fortalecer su causa, la debilita y la fragmenta. Con cada conflicto, se evidencia más que el ‘procés’ no era más que una pugna por el control político entre dos facciones, y no una verdadera hoja de ruta hacia la independencia de Cataluña.