Imagen obtenida de: EFE/Román Ríos
Si yo fuera socialista estaría molesto. Muy enfadado. En extremo indignado. ¡Con un cabreo de mil pares de criadillas, vaya! Porque hay que ver qué panorama tenemos en esta piel de cabestro hispana, y en qué situación te han puesto los dirigentes a los que has votado ante tus amigos. A no ser que tus amigos sean solo socialistas y entonces imagino que estaréis compartiendo disgusto y poniendo como chupa de dómine a cuantos sinvergüenzas están haciendo de su capa un sayo, no. ¡Una lona para un circo de tres pistas como menos, amosnomejodas! Que como dijera el famoso conde de Romanones, ¡joder qué tropa! Vaya panda a la que hemos dado el voto, que más bien parecen los Golfos Apandadores de mi infancia. Una banda que comienza a tener cabida como protagonistas de Los Soprano o de El Padrino. Aunque con las trazas chuscas de Torrente, claro. Que siempre nuestra España tiende a lo chusco y lo berlanguiano a la primera de cambio.
Si yo fuera socialista ya andaría mosqueado de que nos hubiéramos puesto en manos de las derechas más tradicionales y casposas ibéricas, como la vasca y la catalana, al mismo tiempo que lo hacemos con la izquierda más radical posible, aunque vayamos de socialdemócratas de toda la vida. Pero, claro, lo importante es que no gobierne la derecha. Y por eso permitimos que nos marquen el rumbo otras derechas aún más radicales. ¡Átame esa mosca por el rabo! Pero es que hay que parar el fascismo, como si estuviéramos viendo delante de nuestros ojos concentraciones diarias en la Plaza de Oriente llena de aguiluchos y de cruces de borgoña del requeté, junto con rojinegras banderas con flechas y yugos portadas por uniformados de camisa azul mahón. ¡Franco vive, la lucha sigue!
Si yo fuera socialista comenzaría a mosquearme de qué manera se para ese fascismo viniendo a regenerar la corrompida política española poniendo el foco de manera obsesiva en la familia de Ayuso, que es algo así como el Balrog, el Chernabog, el Mammón, ¡el Leviatán que acabará con todos en ese Madrid infernal donde la gente huye despavorida intentando escapar de ese Tártaro donde sólo se oyen llantos y crujir de dientes! Y, de repente, nos encontramos ante una trama de cienes y cienes de millones repartidos entre una panda de sinvergüenzas sin escrúpulos que se lo llevaron crudo en una de las situaciones más terribles de nuestra reciente historia, con unos políticos que hacían dejación de sus funciones y ahora se rasgan las vestiduras en vez de asumir su culpa. Con un hato de chanchullos donde no hay ni ética ni estética que valga.
Si yo fuera socialista sería el primero en ponerme al frente a dar collejas y no me pondría a sacar comodines que valgan poniendo sobre el tapete la carta de poder de Franco, la de fuerza de Ayuso, o la de arrastro de Aznar, que ya la estamos usando, qué bien nos viene el aniversario tristísimo de la tragedia de marzo. Pasaría de cortinas de humo y usaría el ventilador para disiparlas y no para esparcir el olor a cuadra sin recoger, a guano apilado, a excrementos líquidos hediondos. No. Porque si yo fuera socialista no podría permitir que en mi nombre y con las excusas que se quieran, la corrupción sea una realidad palpable e incontrovertible. Yo no soy socialista. Pero si tú lo eres y te has indignado más con este artículo que con lo que aquí se denuncia, tú tampoco lo eres. Tú no eres socialista. Eres del PSOE. Y eres parte necesaria de que una banda mafiosa detente el poder. Así de claro.