La célebre novela del estadounidense Dan Brown es uno de los clichés de las conspiraciones religiosas, los misterios históricos y los secretos esotéricos. El eje central de dicho best seller se basa en una leyenda francesa que relaciona la tumba de María Magdalena con la búsqueda del Grial, y por tanto un culto hacia un “sagrado femenino” que siempre ha vivido en armonía con los cultos masculinos; como si del andrógino de la alquimia se tratase.
Este “sagrado femenino” corresponde a una deidad femenina universal que forma parte del mundo de los arquetipos, estudiados por C.G. Jung y popularizados por J. Campbell. El arquetipo de la diosa es por tanto el culto de una “magna mater” de la fertilidad, generadora y protectora de las almas que habitan la tierra. Una deidad que se ha ido manifestando con distintas mascaras a lo largo del espacio-tiempo por lo que ha ido adoptando distintos rostros por las distintas culturas históricas: la Gran Madre para las sociedades prehistóricas, Isis para el Antiguo Egipto; Atenea, Afrodita o Cibeles para la antigüedad greco-romana…Y en tiempos de la Cristiandad, adoptó el nombre de la Virgen María, madre de Cristo.
Una leyenda española
La leyenda de San Ildefonso de Toledo es la primera vez que la Virgen aparece en nuestra historia, cuando un 17-18 de diciembre del 665 en la antigua catedral visigoda de Toledo se le aparece la Diosa a este eclesiástico para otorgarle un valioso tesoro. Le entrega una casulla hecha de oro, para condecorarle como su máximo protector, pues este era un acérrimo defensor de su figura. Como si de una nueva anunciación se tratase, Ildefonso se convierte en el patrón de la ciudad. Hoy en día, en el corazón de la catedral gótica se encuentra aún la capilla donde se produjo dicho descendimiento.
Templos para la Diosa
No es casualidad que todas las catedrales góticas de Europa estén consagradas a la madre de Dios, pues fue en los siglos de su construcción (XII-XIII) cuando el culto de la Diosa regresa al continente por parte de los Cruzados, regresados de un mundo bizantino donde la Virgen jamás dejó de situarse en el epicentro de las máximas devociones religiosas; así, los títulos de las catedrales góticas españolas portan también su nombre. En la misma época de su construcción un rey se abrazó mientras dormía a un libro dedicado a la Diosa, pues este se encontraba enfermo mientras viajaba. Para sorpresa, esta leyenda nos dice que milagrosamente se curó a la mañana siguiente: el rey era Alfonso X el Sabio y la obra, las famosas “Cántigas de Santa María”.
Un culto pagano
Hay tantas vírgenes como romerías por la geografía de nuestro país. Entre ellas hay unas especialmente significativas, las llamadas “vírgenes negras”. Zaragoza, Ponferrada, Monserrat, Guadalupe, Toledo, Madrid, Salamanca… Es increíble la cantidad de estas tallas oscuras que podemos encontrar a lo largo de España y que tienen que ver más con el mundo antiguo de lo que creemos. No fueron adoradas por los alquimistas o astrólogos de siglos pasados por casualidad, aquellos buscadores de la filosofía perenne vieron en ellas un culto de reminiscencias egipcias asociadas al astro lunar; estamos hablando de Isis, deidad mágica y madre de Horus, cuyas esculturas de granito negro parecieron impregnar al Temple para después expandirlas por Europa bajo esta nueva apariencia cristiana. Transformaciones de la misma reina de los cielos, manifestada en el firmamento cada vez que vemos la constelación de la corona borealis.
Que el más puro puritanismo, ostracismo u ortodoxia religiosa por parte de las esferas del poder eclesiástico no nos impida valorar su devoción. No es ni rancio ni casposo continuar una tradición milenaria que encierra la búsqueda de la paz, la prosperidad y la sensibilidad con el mundo ¿O no hay algo más devocional o sagrado por nuestra parte que nuestras figuras maternas?