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La Casa Blanca y la residencia oficial de la vicepresidenta Kamala Harris en Washington están rodeadas de vallas de seguridad, mientras que numerosos negocios del centro de la capital han tapiado sus escaparates en previsión de posibles disturbios tras las elecciones presidenciales de este martes. Este aumento de las medidas de seguridad refleja el elevado riesgo de violencia política, una preocupación latente desde el asalto al Capitolio en 2021, amplificada ahora por las tensiones provocadas por los dos candidatos, las protestas en torno a las víctimas en Gaza y dos intentos de asesinato recientes contra Donald Trump.
Medidas de seguridad inéditas en estados clave
No solo en Washington, la posibilidad de disturbios ha impulsado a estados disputados, como Arizona y Georgia, a preparar a su personal electoral. Muchos de los trabajadores y voluntarios han recibido formación específica para enfrentar posibles ataques armados en los centros de votación, muchos de los cuales se han reforzado con cristales a prueba de balas. Además, la policía local en cientos de condados vigilará los puntos de votación con drones y refuerzos de agentes, una operación sin precedentes en Estados Unidos.
Trump denuncia fraude y se niega a prometer respeto a los resultados
Donald Trump ha insistido en sus denuncias de fraude electoral durante sus mítines, especialmente en Pensilvania, donde afirmó que intentan “robarle esta maldita elección”. El candidato republicano, que sigue sin asegurar que respetará los resultados, expresó en su último acto que nunca debió abandonar la Casa Blanca en 2020, cuestionando sin pruebas la legitimidad de la victoria de Joe Biden.
El miedo a que los partidarios del republicano vuelvan a congregarse en Washington como en 2021, cuando intentaron impedir la certificación de los resultados, ha llevado al gobierno local a incrementar las medidas de seguridad, especialmente porque Harris estará en la capital la noche de la votación. En ese asalto al Capitolio, algunos manifestantes portaban armas, y cinco personas murieron, incluyendo una manifestante abatida y varios policías que luego se suicidaron.
Dos intentos de asesinato contra Trump marcan la campaña
La seguridad en torno a Trump también se ha intensificado. En julio, un hombre logró acercarse con un arma a un mitin en Pensilvania y disparó, hiriendo a Trump en una oreja. En otro incidente en Florida, un atacante se aproximó a él con un rifle, aunque lo abandonó antes de ser arrestado. Además, la inteligencia estadounidense ha alertado sobre un plan iraní para acabar con su vida, aunque aún no se ha detectado ninguna acción concreta.
La gravedad de la situación ha llevado a los fiscales generales de los 50 estados, tanto demócratas como republicanos, a hacer un llamado conjunto a la transferencia pacífica de poder, subrayando que “la violencia no tiene lugar en el proceso democrático”. En su mensaje, advirtieron que cualquier acto ilegal será sancionado.
Incidentes y amenazas a funcionarios electorales en 2020 resurgen
El temor a posibles ataques no es infundado. Durante el escrutinio en 2020, simpatizantes de Trump rodearon centros de votación en estados clave que ganó Biden, como Georgia y Arizona, amenazando a los trabajadores que realizaban el recuento. Recientemente, el secretario de Estado de Arizona, Adrian Fontes, confesó que usa chaleco antibalas debido a las amenazas recibidas. Asimismo, en los estados de Washington y Oregón, se reportaron ataques a urnas de votación.