Sin sorpresas, finalmente se ha confirmado lo esperado. Vladimir Putin ha ganado las elecciones en Rusia con más de un 87% de los votos, dejando al resto de candidatos con unos porcentajes irrisorios (que oscilan entre el 2 y 3%) y asegurando durante 6 años más su permanencia en el poder. Si cumple con el mandato actual -hasta el año 2030- se convertirá en el líder de la Rusia moderna que más tiempo ha estado en el poder, superando al dictador Iosif Stalin.
Sobra decir que estas elecciones se han caracterizado por una importante falta de garantías democráticas. El descabezamiento de la oposición y la represión se han unido a imágenes de militares armados revisando las papeletas elegidas por los ciudadanos, impensables en cualquier sistema democrático moderno.
En unos tiempos marcados por la guerra de Ucrania y las acusaciones de corrupción, Putin ha necesitado acabar con la carrera (parece que incluso con la vida) de alguno de sus principales opositores políticos. La siempre imperfecta democracia rusa se ha visto en los últimos años minada por el poder cada vez más autoritario de Putin, que ha convertido el sistema político ruso en un simulacro.
Durante muchos años los apoyos principales de Putin en su camino hacia el autoritarismo han sido principalmente tres. Por un lado, la conservadora iglesia ortodoxa, deseosa tras su pérdida de protagonismo durante la Unión Soviética de un líder que defienda la tradición y el conservadurismo propios del país eslavo. En segundo lugar, la oligarquía, en gran medida millonarios herederos del antiguo PCUS, que llegaron a un pacto con Putin para un control parcial a cambio de la defensa de la economía de mercado. Por último, la siempre tan importante población rusa, protagonista (e incluso muchas veces cómplice) de prestar su apoyo a líderes fuertes y autoritarios.
A pesar de esto, en los últimos años la tan otrora extendida popularidad del presidente se ha visto minada por la corrupción estatal, las cada vez más penosas condiciones de vida de la población rusa (recorte de pensiones y retraso de edad de jubilación) y sobre todo por la tan impopular guerra de Ucrania que ha supuesto una ola de protestas no solo ya de la oposición, sino de gran parte de la ciudadanía.
La Rusia post-Putin
¿Sin embargo, que pasará cuando deje de gobernar? ¿Existe Rusia después de Putin? Es probable que sí, sin embargo, ¿qué Rusia? ¿Una con una democracia representativa con garantías, o una con un líder que termine de convertir Rusia en una autocracia? Con la oposición completamente desarticulada y con el miedo a un conflicto que termine escalando de manera global, parece que los ciudadanos rusos poco pueden hacer ante los golpes sobre la mesa de un gobernante que está más cerca de ser un dictador que un mero presidente.
Por lo visto, el estado más extenso del globo se encuentra ante una vuelta al pasado tras unos años de democracia que, si bien imperfecta y siempre caracterizada por una represión hacia diversos colectivos (opositores, homosexuales y periodistas, entre otros), da un giro sin disimulo hacia gobiernos previos bajo la excusa de una guerra tan brutal como impopular.
