La obsesión por recuperar la olvidada y ancestral raza de los arios, y ver su pervivencia en la historia de Alemania, hizo del Furher y su mano derecha – Henirch Himmler, el mago negro del que ya hablamos con anterioridad – crear una Orden de Caballeros Negros en busca de vestigios de este remoto pasado indogermánico que apoyasen sus tesis de crear un Reich de mil años, totalmente ajeno a los tiempos modernos y que liderase a dicha nación hacia la pureza de una nueva edad de oro. Obviamente, todos estos términos fueron totalmente tergiversados e interpretados de manera literal – algo muy propio precisamente de la Modernidad –. No obstante, la creación del instituto de la Ahnenerbe en 1935 en post de promover estas investigaciones mediante excavaciones a lo largo del mundo para legitimar su ideología fue una realidad.
Un estado anticristiano
Curiosamente y pesar de la larga historia alemana vinculada con el cristianismo así como las distintas guerras y escisiones que ha sufrió desde el siglo XVI; el III Reich quiso romper totalmente con todo ello. La cosmovisión cristiana fue sustituida por la pagana, es decir, por la germánica y vikinga de los siglos altomedievales. Ya que estas prácticas estaban para los nazis más conectadas con los orígenes arios, a diferencia de un cristianismo que estaba contaminado de sangre judía para sus teorías raciales. Por tanto, rechazaron la cruz para hacer de este lenguaje mítico del paganismo la sustentación de su política, adquiriendo símbolos solares precristianos así como vinculándose con la batalla final del Ragnarok como símbolo y legitimación de su política exterior; viendo en su estado el renacer de la humanidad.
Pero antes y para ello, la política interior tenía que girar en torno a esta visión y es por ello que intentaron que la nueva religión del estado no fuese algo novedoso; sino la restauración de los cultos germánicos previos a ese cristianismo, cuando se invocaba a esas fuerzas de la naturaleza para obtener fortuna y gloria en grandes ceremonias al aire libre durante los solsticios. Pero para ello se necesitaba una fuente que permitiese la reconstrucción, y es ahí donde entra el papel de la Ahnenerbe.
Carelia, una extraña tierra de brujas
La misión le fue encargada al antropólogo finlandés Yrjo Von Gronhagen, para que viajase a aquella tierra del noroeste de Europa, una remota tierra finlandesa en frontera con Rusia, donde aún se decía que existían viejos hechiceros portadores de aquella antigua magia.
Al igual que algunas epopeyas germánicas y nórdicas, como el Cantar de los Nibelungos o las Eddas, cuya narración era para los nazis un registro histórico de los antiguos arios por sus descripciones ontológicas; decidieron viajar a esta región siguiendo los pasos del Kalevala. En dicha epopeya, un excéntrico mortal y viejo pero valiente y sabio, adquiere diferentes conjuros y hechizos que permiten moldear el mundo. Por tanto, las gentes de la región donde se relataba esta epopeya, debían de ser un reducto pagano donde sus oscuros hechiceros seguían manteniendo vivas sus antiguas costumbres y creencias religiosas en relación a un primitivo chamanismo que a través de salmos y conjuros ancestrales permitía la invocación de los espíritus para proteger, curar y adivinar el futuro.
En el verano de 1936, nuestro expedicionario junto con dos personas más viajó allí, llegando a entrar en contacto con algunas personas que habitaban frondosos bosques de pinos y áreas pantanosas similares a las descripciones de la epopeya sobre una oscura tierra mágica. Allí consiguieron hablar con poetas cual ermitaños que junto a instrumentos musicales conseguían entonar de memoria versos muy similares a la historia de la epopeya. El encuentro más valioso fue con Aku, una mujer que lucía emblemas similares a las antiguas runas, y decía ser adoradora de un antiguo dios precristiano así como invocadora de espíritus que vivían con ella y quienes le permitían alcanzar algunos poderes sobrenaturales.
Tras aquel viaje por extrañas tierras de extrañas gentes, el regreso a Berlín fue parcialmente exitoso por la información documentada. No obstante y pese a la fascinación del tema, no llegó a consolidarse. Nuestro expedicionario se convirtió en uno de los directivos de la Ahnenerbe, pero el cargo y sus estudios le duraron poco. Primeramente por su destitución tras su segundo viaje a estas tierras, tras no poder corroborar una conexión lingüística entre finlandeses y arios. Y en segundo lugar, la formalización incorrectamente de estos cultos, pues la amalgama requería de mucha indagación en contraposición a la premura de las trompetas de una nueva guerra mundial.