¡Qué importante es tener buenos maestros en el camino de la vida! Los padres marcan hasta cierto punto, más allá de la genética. Pero la educación no queda totalmente bajo su responsabilidad y en un momento hay que partir por otro camino hacia la plena personalidad independiente. La elección de los maestros, frente a los padres, en cierto modo depende de cada cual. Incluso cuando son malos maestros, el posicionamiento de la conciencia individual es clave para aprender lo que se debe.
Así, muchas veces elegimos inconscientemente a un maestro para que nos guíe o nos damos cuenta con el tiempo de cuál fue el que nos guió en el momento decisivo. Pasa como con el mito: creemos que elegimos uno para que nos guíe, pero seguramente las más de las veces es el propio mito el que nos eligió a nosotros. Podemos pensar así igualmente con los buenos maestros que nos han marcado a lo largo de la etapa educativa y sobre todo en la adolescencia. Qué mejor etapa para recibir las lecciones de un centauro Quirón o de un Ben Kenobi.
La etapa de formación
Para el grecorromano Hércules, como para cualquier héroe que se precie, la juventud es una etapa de descubrimiento en la que ha de dirigir la mirada hacia lo que va a constituir su misión principal. Es muy difícil elegir vocación, o sentir la llamada a la aventura claramente, de forma que un oráculo indique la dirección en la que se debe ir: ya sea, como antaño, entre las ciencias y las letras, o, como más antaño aún, entre la pluma y la espada.
En todo caso, en la juventud se da el momento propicio para que aparezca el mentor providencial: y otra vez, como en el caso del romano Mecenas, un nombre propio, Mentor, esta vez del mundo homérico, deviene nombre común.
En la antigua mitología griega el maestro por excelencia es curiosamente un centauro, el famoso Quirón, cuyo nombre remite a una etimología relacionada con la mano y con posteriores ecos en la cirugía y en todo lo que tiene que ver con la quiropráctica. Es paradójicamente un centauro bueno y sabio, porque la mayoría de los centauros –hijos del malvado Ixión y de la nube que asumió la falsa forma de Hera, diosa del Olimpo, para satisfacer su lujuria–, son por naturaleza violentos, desaforados y muy poco de fiar: criaturas salvajes de la naturaleza, tal y como pinta Botticcelli al centauro dominado por Atenea-Minerva con la alabarda de los Médici, simbolizando el poderío de aquella ilustre familia florentina basado en la razón sobre la fuerza.
El primero de los maestros
Pero no, Quirón, es diferente, pues ha escapado a ese lado oscuro de los centauros: a veces recuerda a la ilustre cofradía de los maestros Jedi, o eso podemos atrevernos a decir siguiendo la curiosa y seguramente extemporánea comparación anterior. Quirón desciende de Crono, el segundo dios en la sucesión de los dioses de la Teogonía de Hesíodo. Por tanto, su estirpe es divina y es una excepción que confirma la regla.
Quirón es el maestro por excelencia en el mito griego. Enseña todas las artes que debe practicar un héroe. Y estas son, como es bien sabido, la poesía, la medicina, la música, y por supuesto, la lucha con diversas armas heroicas, desde la lanza a la espada. Hay una ilustre nómina de héroes antiguos que pasa bajo la égida de Quirón en la etapa de aprendizaje esencial para su desarrollo, desde Jasón a Teseo y más allá también el famoso Aquiles, que aprendió con Quirón sus artes guerreras, su legendaria velocidad y a curar con delicadeza a sus compañeros heridos en el campo de batalla con hierbas sanadoras y mágicos ensalmos.
Pero Hércules, de nuevo, en su ambivalencia característica que marcará a su figura ya desde la infancia y la juventud, con tendencia a lo desmesuradamente glorioso, irá demasiado lejos y tendrá una relación un tanto conflictiva con sus maestros. Así lo glosaremos en otra ocasión.
1 comentario en “Bajo la égida de Quirón”
Crecer aprendiendo a mejorarnos continuamente, la verdadera riqueza. Una vida sin un propósito es una vida vacía.