Los Naufragios
Todo comenzó en 1527, cuando el navegante Pánfilo de Narváez visitó en persona al emperador de España, al último “César de Europa”: Carlos V. En este caso, para pedirle permiso de conquista sobre la península de Florida; un territorio habido de leyendas sobre el extraño paradero de la Fuente de la Eterna Juventud, un manantial de agua de vida eterna. El emperador se lo permitió y decidió regresar a su hogar en Cuba, para reclutar a hombres en dicha empresa. No obstante, cuando llegaron a la costa de Florida lo único que encontraron fueron enormes manglares, poblaciones de indígenas hostiles y caimanes, ni rastro de tesoros mágicos. Decidieron retomar la navegación hacia otros puntos de la costa, pero un terrible huracán acabó con la flota a causa de la impericia del conquistador. Sólo un puñado de hombres de los 600 que iban, logró salvarse de dicha tragedia, entre aquellos náufragos se encontraba nuestro protagonista: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el tesorero de la expedición. A partir de entonces y tomando como nombre la nueva condición que tendrían, decidió con este título escribir una guía de su largo viaje, una biografía de su aventura que se convertiría en una de las mayores novelas de la literatura de viajes de la historia.
Las mil y una américas
Tras este hecho inesperado, siempre ligado al destino de todo surcador del mar en post de dictar sentencia, Cabeza de Vaca terminó siendo rescatado para ser prisionero durante 6 largos años por los indios mayeye. Sin embargo, supo sacar provecho de su situación e intentó sacar algo bueno de ello, y decidió por esforzarse en aprender las costumbres, ritos e incluso prácticas curativas de esta población; algo quizás premonitorio, pues sería importante para lo que vendría después.
Finalmente consiguió desprenderse de dicho cautiverio pues se topó con dos españoles, Pedro Dorantes y Estebanico, dos de los náufragos que también consiguieron salvarse del desastre de la flota de Narváez. Por ende, decidirían escapar juntos, pero a dónde. Esta huida hacia lo desconocido les llevó a través de una travesía a pie que duró ¡una década! Vagando al más puro estilo del Ulises griego del poema homérico. El camino seguía la ruta hacia el oeste, intentar llegar a las costas del recientemente descubierto Océano Pacífico y descender a las tierras mexicanas.
No obstante, nadie imaginaba el descomunal tamaño de esas tierras norteamericanas que no habían sido transitadas por ningún europeo, tierras cuyo horizonte está plagado de grandes llanuras, desiertos y valles montañosos. Y efectivamente, terminaron por desviarse demasiado hacia el norte, donde escaseaba la comida, a inexistencia de plantaciones de maíz como en el sur y con la posibilidad de hacer de los caballos su subsistencia alimenticia. Las penalidades se sumaron al encontrase con distintas poblaciones cuyos arcos arrojaban flechas envenenadas, por lo que decidieron bordear la costa del sur de los actuales Estados Unidos, encontrándose con las desembocaduras de los ríos Misisipi o el Colorado hasta llegar a las tierras de Texas. Apaches, sioux… esos fueron los distintos pueblos con los que se encontraron; hacer hincapié en que el encuentro con estas últimas poblaciones no fue hostil, sino todo lo contrario, llegando incluso a ser veneradores como sanadores o chamanes por sus rezos y santiguar a los enfermos. Más adelante decidieron proseguir para encontrar lo que ningún europeo había visto antes, manadas de bisontes surcando las llanuras; y siguiendo el rastro que dejaban dichas manadas, consiguieron encontrar por fin el camino hacia el sur siguiendo el curso del Sinaloa.
El fin del camino
El desenlace de este periplo acabó en el norte del actual México, ya en tierras del nuevo Virreinato de la Nueva España, donde al fin consiguieron encontrar población hispana, en la villa de San Miguel de Culiacán. Desde allí, su destino final le esperaría en la antigua ciudad de Tenochtitlan, en la nueva Ciudad de México, ante la mismísima presencia de Hernán Cortés.
Sus relatos y descripciones etnológicas fueron cruciales para seguir pulverizando las fronteras de un inmenso continente que se presentaba como un nuevo mundo; en post de la imaginación y ambición de otros aventureros que seguirían la pista. El fin del camino para unos, pero el comienzo para otros; el viaje es eterno.