. El odio al judío, el “antijudaísmo” (de principios culturales y religiosos) se hizo con la vida de miles en Córdoba, Jaén, Madrid, Toledo, Valencia o Mallorca. Ciudades ampliamente conocidas por el público general, pero con un pasado oscuro en lo que se refiere al extendido odio sobre sus comunidades judías.
El pasado jueves 28 de noviembre de 2024 la Dra. Laura Miró Bonnín expuso en el “VII Seminario Internacional contra el Antisemitismo”, celebrado en Madrid, una interesante conferencia sobre un tipo de antijudaísmo desconocido para la gran mayoría de nosotros: el “antichuetismo”. Este se puede definir, a grandes rasgos, como el odio hacia aquellos judeoconversos y sus descendientes en el entorno de las Islas Baleares.
Se trata de un fenómeno muy actual en realidad. El hecho es que gran parte del callejero urbano de varias ciudades españolas conserva aún entre sus muros la imagen del “malvado judío” o del falso cristiano. Un tipo de conocimiento colectivo popular que, si bien el conjunto de la sociedad no suele ser consciente de este, no deja de ser antijudío. A los asiduos del Rastro de Madrid les sonará la calle de la Cabeza. Aunque muchos sabrán el origen de este extraño nombre para una vía pública (el misterioso asesinato de un sacerdote a manos de su criado en el siglo XVII), lo que seguramente desconocen es que el susodicho asesino era en realidad un judeoconverso; otra vez la idea del “judío culpable”.
Laura Miró ha dedicado varios años al estudio de este fenómeno (el antijudaísmo y la cuestión chueta) y es autora de numerosos trabajos centrados en este tema; véase La qüestió xueta surt de l’illa (2021) y La admisión de estudiantes chuetas en el Institut Balear (2023). Recientemente ha presentado su proyecto de tesis doctoral titulado La contemporaneidad chueta. Repercusiones del discurso del odio antijudío y antisemita: estigma, miedo y reivindicación en la Universitat de les Illes Balears con notables resultados.
¿Quiénes son los judíos de las Islas Baleares? ¿Cómo es su vida?
Actualmente, el grueso de la población judía en las Islas Baleares reside en Mallorca, donde habitan cerca de un centenar. De estos judíos, la mayoría son inmigrantes extranjeros o peninsulares, que empezaron a vivir en la isla a raíz del boom turístico de los sesenta. Por otra parte, cerca de una veintena de chuetas o descendientes de judíos conversos mallorquines, reconocidos por portar quince apellidos, en los últimos años han llevado a cabo el proceso de conversión al judaísmo. En la mayoría de casos, en sus hogares les habían transmitido cierto nexo con el judaísmo, a pesar de que estaban bautizados e incluso practicaban el catolicismo. Curiosamente, en alguna de las entrevistas que he podido hacer para mi tesis, se me contaban prácticas de sincretismo entre judaísmo y catolicismo.
¿Y los judeoconversos? ¿Seguían siendo judíos? ¿De dónde procede este término de “chueta”?
En 1488, cuando se instaura la Inquisición en Mallorca, se concede un periodo de gracia de 50 años. En este caso, muchos conversos confesaron que seguían con prácticas criptojudías, pensando que así no les pasaría nada. La consecuencia de esta confesión fue que la Inquisición centrara sus esfuerzos en vigilar al colectivo judeoconverso. En los Actos de Fe de 1691 precisamente se responsabilizaba a los 37 descendientes de judíos conversos de planes de huida y de criptojudaísmo. De hecho, hubo tres chuetas que se negaron a abjurar del judaísmo y fueron quemados vivos.
En la Edad Contemporánea, no podemos hablar generalizando sobre el grupo, pero de hecho, hubo familias que en entrevistas que me han servido como memoria oral para la tesis doctoral, me han confesado algunas prácticas diferentes respecto a otras familias, costumbres o la conservación de objetos rituales que podrían provenir de su ascendencia judía.
El término chueta significa descendiente de judíos conversos. Hay diferentes teorías sobre su origen etimológico, xueta o xuetó, que venga de juetó (judío pequeño) o que venga de xulla (tocino) por la costumbre de comer cerdo en público para evitar sospechas de criptojudaísmo.
En tu conferencia del pasado jueves 28 explicabas que se trata de un fenómeno persistente, es decir, no se limita a la Edad Media o a la Edad Moderna. ¿Esto es así?
Sí, precisamente pienso que la diferencia del fenómeno chueta con los demás judeoconversos es la prolongación histórica de la marginación. Antropólogos como Enric Porqueres i Gené, que investigaron la endogamia chueta, la sitúan hasta mediados del siglo XX, un indicativo de que algo excepcional pasaba en Mallorca. Asimismo, la minoría siguió con la costumbre de reclusión de sus antepasados y se especializó en unos oficios determinados. Evidentemente, con el paso del tiempo esto fue menguando, pero todavía tenía bastante incidencia en plena contemporaneidad mallorquina. Por poner un ejemplo, hasta 1835, los portadores de apellidos chuetas no pudieron entrar en un centro formativo junto con el resto de mallorquines y, en primeras letras, no se consiguió la convivencia hasta finales del siglo XIX.
¿Cómo se vive el antichuetismo hoy en Baleares? ¿Es consciente la ciudadanía? ¿Nos podrías exponer algún ejemplo?
Creo que hoy en día queda muy poco rastro, sobre todo por la llegada de gente de fuera y por el hecho que se tiende al olvido de este fenómeno. En mi caso, al investigar sobre esta temática, mucha gente me muestra su incomprensión, ya que dicen que es un fenómeno pasado, como una herida cerrada que no hay que volver a abrir. También se tiende a decir que sobre los chuetas ya está todo dicho, pero corroboro que no es así: ya me lo decían antes de escribir mi tesis y he logrado escribir novecientas páginas con material y fuentes inéditas.
Me preocupa especialmente una especie de negacionismo existente referente al antichuetismo, creo que es algo que tiene en común con el antisemitismo global. En las entrevistas que he realizado para contar con memoria oral, me ha llamado la atención que los informantes de entre cincuenta y sesenta años describían que en sus años escolares, el antichuetismo adoptaba forma de bullying, muchos de ellos han crecido con una especie de trauma por sus apellidos. Más adelante, han tomado diferentes actitudes: hay quien ni quiere oír hablar del tema y quien tiene interés por recuperar sus raíces, por indagar en la historia, en la genealogía familiar e inclusión en la religión judía.