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2 Dic 2024
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El falso tópico de la España de las 3 culturas

La famosa tolerancia de judíos, cristianos y musulmanes en la historia medieval española es falsa, no es más que una idealización propia del romanticismo y orientalismo del siglo XIX, que desde entonces sirve como agenda política de las relaciones internacionales y comercialización turística

Ni tolerancia ni convivencia, coexistencia

A colación del último artículo sobre el Lapidario del Rey Sabio, ya esbozamos muestras de esa división y relación de las comunidades religiosas medievales españolas: judíos, cristianos y musulmanes. Siendo aquí que vamos a desarrollar con mayor precisión dicha imagen y su construcción así como su realidad.

No ha existido un mayor estereotipo en la historiografía española que la que se ha ido creando desde el siglo XII entorno a la figura de la España medieval y la idea de las tres culturas; con parada final en los siglos XX y XXI, en su fase más idealizada, presentida y malentendida. Todo comenzó en el intenso debate historiográfico entre Américo Castro Quesada y Claudio Sánchez Albornoz, tras la influencia de una imagen romántica de España en el siglo XIX, propia de los románticos europeos que al viajar a nuestras tierras quedaban imbuidos por un orientalismo antiguo ya en desaparición. Además, el llamado Desastre del 98 había perpetuado en una búsqueda por parte de los intelectuales de la identidad de “lo español”, potenciando aún más la ideología nacionalista y su adhesión a movimientos políticos a realizar peligrosas exhibiciones a la hora de tergiversar el pasado histórico; hasta llegar a construirse como un tópico nacional.

De cara al extranjero, se pretende tomar el ejemplo español, para justificar la necesidad de establecer una perfecta armonía que integre a distintas comunidades étnicas, sociales, culturales o religiosas, muy posiblemente acorde a las demandas del mundo globalizado en el que nos encontramos actualmente. No obstante, esa búsqueda de la tolerancia y convivencia total no es posible encontrarla en su totalidad a través en nuestro pasado medieval, puesto que en la España medieval nunca llegó a existir tal cosa. El tema de la integración socio-cultural ostentó muchos límites, por ende, lo más convincente sería hablar de un principio de coexistencia, no de convivencia, el cual parece asemejarse más a la realidad socio-cultural de la naturaleza humana en todas sus épocas a lo largo de la historia.

Por tanto, la utópica existencia de una idea de convivencia y tolerancia total entre las tres comunidades religiosas ha de ser desmontada, inhabilitar la denominada “España de las tres culturas”. Prueba de la frágil tolerancia que se dio a causa de las hostilidades mostradas entre las 3 comunidades son las fuentes de cultura oral, del imaginario popular.

La fuente legendaria popular

Los españoles poseemos una valiosa herencia de leyendas acerca de estos siglos medievales, y como a través de ellas se está reflejando el sentir de un pueblo. Y con ello, el reflejo que muestra una coexistencia caracterizada por la tensión social, cultural y religiosa. Así pues tenemos ejemplos como El Cuento de los tres anillos: un relato que cuenta la existencia de tres anillos que representaban a las tres religiones, solo uno de ellos correspondería al verdadero, mientras que los otros dos restantes corresponderían a copias falsas del original. Pero sobre todo relatos sobre amores prohibidos entre miembros de las distintas comunidades, cuyos relatos acaban de forma trágica como consecuencia de dar la espalda a las normas marcadas; cuando la realidad era el total rechazo de cada uno de los líderes religiosos de las 3 comunidades por la existencia de matrimonios mixtos, donde las relaciones conyugales estaban totalmente vetadas por todas las comunidades desde los tiempos del III Concilio de Toledo en el 589. Inspirado por ello, llegarán leyendas como la Rosa de la Pasión o el Pozo Amargo de la pluma de Bécquer.

Ecos de luz

No obstante, también hay ejemplos que sustentan una coexistencia singular en la Península Ibérica, que ha hecho que la historia medieval de nuestro país sea única. Por ejemplo y para empezar, cuando el rey Alfonso VI capituló la urbs regia, los reyes llegados de los reinos cristianos del norte se vieron en la obligación durante sus conquistas de no excluir a judíos, mudéjares y mozárabes en la otorgación de fueros, es decir, de privilegios jurídicos con el fin de lograr una reorganización social. Es más, tras la coronación, todos los reyes cristianos de entre los siglos XI al XIII, se vieron en la necesidad de confirmar la legitimación de los distintos fueros locales, para garantizar los privilegios y derechos de los grupos sociales, y así garantizar de una forma eficientemente posible, la fidelidad de sus habitantes al trono y la coexistencia y permanencia de las distintas comunidades en la ciudad.

A excepción quizás de las juderías (los espacios urbanos donde los judíos decidían en la mayoría de los casos asentarse para evitar relaciones estrechas de mimetismo) en las ciudades medievales existían una total ausencia de demarcaciones físicas entre los distintos barrios donde las calles se entrelazaban unas con otras; y donde por supuesto las distintas sociedades terminaban por cruzarse y encontrarse en espacios públicos.

Por no hablar de esas escuelas de traducción mencionadas en anteriores ocasiones, llevadas a cabo por exclusivos eruditos, siendo España el epicentro más importante de Occidente para la transmisión cultural del mundo antiguo.

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