La senda más legendaria, el puente entre dos mundos
Entre los siglos XI al XIV, Oriente y Occidente volvían a estar conectados desde hacía una era. No solo por las campañas militares de los europeos occidentales en Tierra Santa, en el Próximo Oriente; sino que gracias a la pax mongólica de esos jinetes de caballos hijos del Khan, los productos de la lejana Asia volvían a llegar de forma segura hacia Europa: la Ruta de la Seda.
Siguiendo el trazado de la Ruta de la Seda, el punto de fantasía que sedujo la imaginación de los europeos fue la famosa obra del enigmático Marco polo: el libro de las maravillas. Una historia que ojo, fue posiblemente maquillada por Rustichello; el escritor y compañero de celda del más joven de la familia Polo, cuando volvió de su viaje hacia el extremo oriente. Una visión que relacionaba este itinerario con historias asombrosas como las de la secta iraní de los ismaelitas – los assasins del videojuego Assasins Creed – y su líder, el misterioso Viejo de la Montaña; la relación de los orígenes del aceite negro inflamable – el futuro petróleo – en relación a la piedra mágica de los 3 reyes magos. E Incluso se especuló que la razón de Marco de atravesar el norte de Afganistán estuvo alentada por la leyenda de encontrar al venerado Preste Juan, un rey cristiano del imaginario medieval que vivía en algún lugar más allá del mundo musulmán; y que ningún cristiano encontró jamás.
La última frontera medieval
África, un continente que desde los antiguos mapas en T y divididos por los 5 climas, siempre ha formado parte del mundo concebido. No obstante hasta la era de las exploraciones entre los siglos XVI al XIX no dejó de ser un punto blanco del mapa para el resto del mundo. A partir de esos siglos se fue explorando, pero su imagen misteriosa, inhóspita, extraña y exótica sigue estando presente incluso en nuestros días. Quizás fue durante el periodo medieval cuando esté continente estuvo envuelto con una mayor carga imaginaria y supersticiosa por parte del inconsciente europeo. Para el viajero León el Africano, Egipto – como en tiempos del Imperio romano – no era considerado como una porción de tierras africanas sino como una civilización del delta del Nilo que tendía en su camino el llegar hacia oriente, hacia su ancestro conocimiento y no hacia lo salvaje. Es por esta razón, que el reino del Preste Juan tenía que estar escondido en algún lugar de oriente, de Asia.
Un pensamiento que también quedaría hasta reflejado el mundo islámico medieval, en la Al rihla andalusí del siglo XII, pues la causa de un viaje hay que buscarla en el interés por conocer la cuna de los ancestros y poder observar directamente sus tradiciones. Por razones así, el continente africano suponía para los musulmanes otro mercado más al cual poder sacar un provecho económico por sus valiosos y únicos productos.
Aunque en las paradojas de la vida, la historia quiso que precisamente un reino africano fuese el más relacionado por este reino secreto por parte de la Cristiandad.
Para los cristianos europeos de la Plena Edad Media, las tierras africanas estuvieron marcadas por la leyenda del reino del Preste Juan, una leyenda que se volvió enormemente popular entre la población; a través de una misiva anónima que recibió nada menos que el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico sobre la descripción y existencia de dicho monarca en algún lejano lugar. Un monarca de carácter mítico, cuyo reino fue situado por los distintos relatos de los viajeros medievales europeos entre tierras asiáticas y africanas que quedasen allende el mundo islámico. Por tanto, su búsqueda para intentar establecer una alianza con este lejano reino cristiano en post de la guerra santa que se librara en aquella época contra el Islam nunca se fraguó. Sin embargo, quedó vivo en la memoria de la población, que lo siguió situando en los mapas cartográficos durante siglos, sobre todo en el espacio situado que comprende la actual Etiopía; sede de un reino cristiano ortodoxo dentro del África subsahariana.
Encontrar el reino del Preste Juan suponía la renovación de la Cristianitas, pues a través de esa incesante búsqueda de un reino perdido en el espacio, pero que gracias a su aislamiento ha quedado inmutable y puro, y con ello traerá la reinstauración cristiana junto con su luz primordial.
