Hércules

Registrarse

|

Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

|

21 Mar 2025
21 Mar 2025
EN VIVO

El rapto de Occidente

Cualquier estudioso serio de la Historia reciente debe concluir que las cosas tampoco han cambiado demasiado desde la época de los fenicios.

«La historia es la forma espiritual en la que una cultura da cuenta de su pasado» (Johann Huizinga). No está de más recordar cómo al poco de llegar Bill Clinton a la Casa Blanca, en el año de 1993, se puso en marcha una reforma legal que permitió la acción militar del Estado en contra de su propia ciudadanía; y, en consecuencia, numerosos miembros devotos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día fueron calcinados en su propio rancho de Waco, Texas, lugar que se convertiría en la tumba de 89 miembros de la secta el 19 de abril de 1993.

Tan sólo tres años después, el progresista Clinton añadió un nuevo atropello contra la libertad: una ley contra el terrorismo que permitía pisotear los derechos judiciales del ciudadano con la excusa de la seguridad nacional. Este segundo golpe totalitario buscó su justificación en el atentado perpetrado por el militar condecorado Timothy McVeigh en Oklahoma el 19 de abril de 1995; llama la atención que la principal razón esgrimida por McVeigh para realizar su acción terrorista fuera, precisamente, lo ocurrido en el rancho de Waco unos años antes: una curiosidad nada inocente, a la luz de las revelaciones hechas por la profesora Wendy S. Painting en su imprescindible Aberration in the Heartland of the Real (2010).

Seis años después, en 2001, transcurridas tan solo unas semanas del 11S, se aprobó una tercera medida encaminada al mismo fin: la Ley USA Patriot otorgó a las fuerzas del Estado la potestad de vigilar, espiar, monitorear, intervenir y detener a cualquier ciudadano sin necesidad de una orden judicial o de tipo mínimo de garantía legal. En adelante, podemos afirmar que Occidente en su conjunto vive bajo un Estado policial: el caso más claro de esto fue el embargo realizado por Justin Trudeau a los camioneros canadienses que protestaban contra su nefasto gobierno en 2022. La Modernidad muestra empíricamente que las medias excepcionales vienen para quedarse.

Con el regreso de Donald Trump a la presidencia de la mano de supuestos representantes del pueblo que en la práctica son los magnates más poderosos del mundo, junto con el apoyo garantizado de la Cámara, la Corte Suprema y el Senado, debemos entender que esa misma guerra abierta entre fuerzas armadas del Estado, detentadoras de un monopolio casi exclusivo de la violencia, y el «enemigo interno» elegido para la ocasión no ha hecho otra cosa que recrudecerse hasta límites difíciles de asimilar: hoy todos podemos ser terroristas, llegado el caso de oponernos (o simplemente estorbar) a los intereses de este Estado totalitario occidental, así como de las grandes corporaciones de las que se alimenta el poder político y a las que a su vez este retroalimenta.

Una diferencia fundamental entre el fascismo europeo de los años 3o y el que se inició en los Estados Unidos a partir de los años 90, como acabamos de comprobar, fue la importante presencia religiosa en el Gobierno: una herencia de Ronald Reagan en tiempos del VIH que ningún otro presidente posterior ha sabido asimilar orgánicamente con el talento de Donald Trump, según el cual Dios, que por supuesto no es el Padre del que hablara Cristo en los Evangelios, sino el Yahvé del Antiguo Testamento que se reveló ante Moisés bajo la forma de una llama, está de su lado: le salvó la vida para que, a su vez, él salvara a los Estados Unidos de América. Una frase del Presidente que, bien entendida, se demuestra abiertamente demoníaca.

Desde el punto de vista histórico podemos constatar que tanto Benito Mussolini como Adolf Hitler tuvieron una delicada relación con el cristianismo… Un rasgo que no puede ser extendido a Trump, un líder de masas que no se ha mezclado demasiado con la Iglesia Católica pero que sí ha mostrado un estrecho vínculo con el mundo evangelista (movimiento creado por Lord Shelburne) y hasta con una peculiar comunidad que normalmente se mantiene al margen de los asuntos políticos, los amish, que en las últimas elecciones fueron a votar a favor de los republicanos.

Esta semana hemos visto una imagen que haría salivar a los fascistas de hace un siglo: Donald Trump firmando decretos en un estadio lleno de devotos entregados a la aclamación. Mientras tanto, el hombre más rico del mundo, que a sus 53 años tiene más de 205.000 millones de dólares en la cuenta, recibe un despacho nada menos que en el ala Oeste de la Casa Blanca para poder desempeñar cómodamente su nuevo puesto en el Gobierno, dirigiendo el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental: una referencia evidente al «doge» o «dux» veneciano. Elon Musk, el agraciado señor de “X” (símbolo que remite a Nimrod), celebró públicamente su entrada por la puerta grande de la política honrando a su abuelo, Joshua Haldeman, al lanzar frente al público un evidente saludo a la romana.

En las horas inmediatamente posteriores, Trump indultará a los principales asaltantes al Capitolio el 6 de enero de 2021, que en su mayoría atacaron a uno de los pilares del parlamentarismo en nombre de los derechos del pueblo americano cuando, en realidad, defendían los derechos de una oligarquía, como acabamos de comprobar. Porque no hay democracia en los Estados Unidos, ni en Occidente, sino una tecnocracia a calzón quitado, un Estado Policial y Totalitario que utiliza la farsa parlamentaria para entretener al pueblo con un Simulacro político de escasa calidad. Y la farsa está a punto de acabar.

Desde que la nobleza negra fundara en la ciudad de Venecia, allá en los albores del Renacimiento, una nueva burguesía dedicada a la usura, la banca y la piratería, con la familia Médici a la cabeza, el angloimperio como herencia geopolítica y el neoplatonismo florentino como arma ideológica, el mundo está gobernado por una casta para la que no existen las fronteras o los países, forjada por la misma sustancia incorpórea del Capital que acumulan con compulsión; y que, en estos momentos, liderados por los tecnócratas de Sillicon Valley que en su momento inventaron Internet (con la colaboración necesaria del Complejo-Militar-Industrial), y que, de cara al futuro más inmediato, pretenden exportar su particular modelo de Inteligencia Artificial y de moneda digital al resto del mundo, gozan del respaldo militar del país mejor armado del mundo.

Con el asentamiento de la tecnocracia, las redes supranacionales sustentadas sobre el colectivismo masificado y corporativismo libertario se imponen, en nombre de ideales filantrópicos y la promesa de la eficiencia, sobre el obsoleto modelo de los gobiernos nacionales. George Orwell, estaría orgulloso de la propaganda de esta nueva «Edad de Oro» saturnina (y americana): los supuestos defensores de la libertad, los libertarios y liberales más acaudalados que el 99% restante de la población mundial, son en realidad los más sólidos garantes del totalitarismo tecnocrático.

La liquidación del Cuarto Poder, como paso subsecuente al exterminio del parlamentarismo, se ha consumado: la migración de los medios de comunicación convencionales a las redes es real; y con ello, el negocio de la información está bajo el dominio exclusivo de tecnócratas declarados que pretenden crear un sistema único para las relaciones humanas, la búsqueda de información, la gestión de nuestros depauperados ahorros y la explotación en nombre de la ciudadanía de incipientes «tecnologías convergentes» como la nanotecnología, la ingeniería genética, la criogenia o informática cuántica. Es la Cuarta Revolución Industrial, amigos.

El primer cuarto del siglo XXI ha servido para que el Estado, que ya no diferencia entre su parte «Deep»y su componente «Soft», haga más patente su estrecha vigilancia ciudadana en nombre de la «seguridad biométrica», esto es, en favor de los intereses de un reducido grupo, mientras la masa es reducida a la categoría de «granja humana» y aplaude, idiotizada por el Espectáculo, a una oligarquía que factura verdaderas fortunas. Después de todo, cualquier estudioso serio de la Historia reciente debe concluir que las cosas tampoco han cambiado demasiado desde la época de los fenicios.

Comparte la nota

Leave a Comment

Noticias relacionadas

Día de la poesía 2019

Madrid celebra el Día de la Poesía con un amplio programa de actividades

La Comunidad de Madrid organizará varias actividades en distintas instituciones y bibliotecas públicas de la...
Sala con asientos

La Escuela de Cine aumenta su presupuesto en 1,6 millones

Durante este año se celebra el 30 aniversario de la primera promoción de estudiantes de...
No hay más noticias
Scroll to Top

Secciones

Secciones