Hércules

Registrarse

|

Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

|

16 Ene 2025
16 Ene 2025
EN VIVO

El reencuentro o como contar una historia en apenas cien páginas

Fred Uhlman construye en apenas cien páginas una oda a la amistad en la Alemania del 1932

Hace cinco meses, una aburrida tarde capta mi atención la llamada de una oyente a un programa radiofónico. Esta misteriosa voz decide hacer uso de su micrófono ante la audiencia y recomienda encarecidamente la lectura de la novela corta titulada El reencuentro. Nunca me niego a aceptar una recomendación, aunque esta venga de la voz de una completa desconocida y llegue a mí a través de ondas electromagnéticas, de las cuáles no tengo muy claro ni su funcionamiento. Decido comprar un ejemplar, por lo visto la novela gana cierta repercusión a partir de esta inocente llamada, y no reparo en que está en un rincón de mi habitación desde entonces hasta la pasada semana. Las largas tardes de estas festividades incitan a la limpieza y orden del cuarto. Ahora soy yo el completo desconocido que recomienda su lectura.

Fred Uhlman (1901-1985) fue un pintor y escritor de origen judío que se ve obligado a abandonar su lugar de residencia en Alemania poco después de que Hitler fuese nombrado canciller. El reencuentro es una obra inspirada en la propia vida del escritor, quien, si bien en sus últimos años de vida ganó cierta popularidad con sus escritos, en realidad vivió casi toda su vida explotando su vena artística como pintor, con la que sí logró mayor reconocimiento.

El reencuentro es una novela narrada en primera persona, en la que Hans nos relata sus vivencias en la Alemania de 1932. Hans es un joven judío de dieciséis años hijo de un prestigio médico, sin muchos amigos en una escuela de renombre en la ciudad de Stuttgart, situación que cambia con la llegada de Konradin. Konradin, de la misma edad de Hans, es hijo de una familia de aristócratas alemana, y pronto se fija en su nuevo compañero de pupitre, con quien inicia una intensa relación de amistad.

Esta relación creará una burbuja alrededor de los dos protagonistas, aislando su vínculo del resto del mundo y de los problemas sociales que acechaban a una Alemania dominaba por la crispación y la fe ciega en la necesidad de un cambio. Irremediablemente, al alterarse la situación del país y con el aumento del conflicto racial, la amistad entre Hans y Konradin comienza a tambalearse, empeorando esta por las presiones familiares que sufre Konradin. Veinte años más tarde, superado el nazismo, Hans volverá a encontrar en su camino a su antiguo amigo, que había dejado en Alemania, produciéndose así un particular «reencuentro» que da nombre a la novela.

A pesar de la temática, El reencuentro no repara con demasiado detalle en el horror del holocausto ni en las consecuencias de la guerra, pero sí lo hace en las secuelas del exilio y el abandono de la patria. El padre de Hans, que combatió por Alemania en la I Guerra Mundial, no soporta la idea de alejarse de su país, con el que siente que tiene un vínculo irrompible. Decide quedarse a pesar de las consecuencias que podría sufrir. Se agradece esta diferenciación de la típica novela histórica, haciendo que el interés por la obra se amplíe a una mayor variedad de personas, ya que muchas de ellas rehúyen de este tipo de obras tan solo por su categorización en una estantería.

La adolescencia y la necesidad de aprobación es otro de los grandes temas de la novela (si es que se le puede poner esta etiqueta a un libro de apenas unas 120 páginas). Este tema universaliza a la obra. Hans y Konradin se benefician mutuamente de su amistad, se ayudan en la construcción de su identidad, y se autoafirman gracias a la aprobación del otro. Siempre me ha suscitado interés la amistad y su importancia en la adolescencia. La importancia de verse reflejado en alguien o en un grupo de personas se vuelve casi una necesidad durante estos años de crecimiento personal. No deberíamos olvidarlo a lo largo de nuestra vida, cuando todo son reproches e incomprensión, hay alguien que nos asiente con la cabeza, y se convierte en nuestro único referente.

El reencuentro, por tanto, consigue en un formato reducido ofrecer la dosis justa de sentimentalismo, mientras en su interior se sucede un relato que aborda uno de los episodios más duros de la humanidad. El tono musical de Uhlman se agradece y se degusta como una copa de un buen licor. Una novela sobre la dignidad y la relación entre dos amigos que, como si estuviesen unidos por el conocido hilo rojo, no podrán separarse del todo ni a más de mil kilómetros de distancia y a veinte años vista.

La amistad y el daño

Como es costumbre, la lectura de El reencuentro me ha hecho replantearme ciertas ideas, en este caso vinculadas al concepto de amistad y lealtad, que no siempre tienen por qué ir unidas. Hans y Konradin comparten el uno con el otro uno de sus momentos vitales de mayor felicidad, pero la ruptura de su amistad también implica el momento más doloroso. Hans no parece guardar rencor a Konradin a pesar de que sus ideas atentan directamente contra su persona: yo como lector no he podido evitar acercarme a este último personaje desde una mirada crítica.

Rápidamente me sobreviene un interrogante: ¿son las personas que más felicidad nos generan las que más daño son capaces de ocasionarnos? De ser así parece que el mundo hostil que relata la novela lo es también para nuestro propio mundo interior. Tras consultar con varias personas cuya respuesta al interrogante ha sido afirmativa, me veo en la obligación de darle una vuelta a este planteamiento y buscar alguna posible solución. Las expectativas en los demás son un factor que eleva el daño hasta límites incalculables, por eso la lealtad y la confianza son los dos pilares modélicos en toda relación de amistad. Sin embargo, Hans muchos años después, en los momentos finales de la novela, repasa un listado de personas con las que compartió colegio. A Konradin parece que sólo le guarda un gran cariño, pues hay motivos para ello por todo lo vivido, mientras que, a mucha otra gente, la cual no le importó nunca, parece que tan sólo le guarda rencor. A pesar del daño ocasionado, seguramente es mejor vivir en el recuerdo de lo agridulce a que no haya nada que agradecer. Esa faceta humana de recordar tan solo lo bueno es quizás nuestro salvavidas personal, que le quita un poco de hostilidad a la traición.

Comparte la nota

Deja un comentario

Noticias relacionadas

Una charla con amigos sobre el amor y Brujería de Gonzalo Torné

La novela de Torné casi puede augurarse como un documento histórico que registra el amor...

La primera gran mujer del Hércules

No hay más noticias
Scroll al inicio

Secciones

Secciones