La narrativa patrimonial se resume en general en la historia de una ida y una vuelta (recuerdo el subtítulo del Hobbit de Tolkien, There and back again!). La vida es un viaje, según una de las más viejas metáforas de la humanidad, para el que hay muy diversas vías y medios de transporte. El regreso del héroe siempre inolvidable es el de Ulises, claramente. Pero todos regresamos a la patria en algún momento. Y volver, después de muchos años, con el trofeo o con la frente marchita, como en el tango, no es tarea fácil. La reintegración en la comunidad de partida es problemática… pero antes del regreso hay que marchar a la aventura, en un trayecto que a veces tiene insólitas paradas y algunas bifurcaciones inesperadas.
Los cuentos populares abundan en los diversos caminos que toman los personajes: los tres hijos del rey, llegados al trivio decisorio donde tendrán que elegir los géneros de vida, se deciden por caminos diferentes en la encrucijada. Si eso ocurre en el cuento popular figúrense en los mitos. En el cuento, los hermanos mayores suelen elegir el camino aparentemente fácil pero que conlleva la perdición y la ruina. En cambio, el pequeño, tomado por tonto pero que muestra un corazón puro y una bondad tan innata como su intuición para el éxito en la aventura –a veces gracias a la ayuda del auxiliar mágico–, suele elegir el camino en apariencia pobre, duro, escabroso o difícil, pero que a la postre será el mejor. Y es que, como decía Platón, las cosas hermosas son difíciles de alcanzar (chalepà ta kalá).
Los mitos y los cuentos se interpretaron filosóficamente muy pronto. El tema de los modos de vida o de los diversos caminos que hemos de emprender en la vida se ejemplifica muy bien en algunas historias de la mitología. La elección entre la vida activa y la contemplativa, por ejemplo, se leía en el episodio del juicio de París. El pensativo París de Botticelli o de Rubens, que tiene que elegir a cuál de las tres diosas le va a entregar el trofeo de la manzana de oro dedicada a la más bella, es en el fondo la elección de un camino vital: poder, ciencia o arte. Y algo así sucede, antes de ir tan lejos como el Renacimiento o el Barroco, con el mito de Hércules en la filosofía griega.
La elección del mito de Heracles en la encrucijada como símbolo de la vida del héroe, es decir, la ruta quintaesencial de un camino que nos atañe a todos, se explica alegóricamente a través de la mitología en la escuela sofistica. Se dice que era un método favorito en la exégesis sofística de Pródico o Hipias, en la estela de Protágoras, que había elegido a su vez el mito de Prometeo para su teoría política, como aparece narrado en el diálogo homónimo de Platón. En este caso, la parábola de Hércules en la encrucijada se atribuye al sofista Pródico de Ceos, del que solo tenemos algunos fragmentos, pero que aparece también en los diálogos de Platón, tratado con cierto respeto, como el propio Protágoras. Sabemos esto gracias a otro discípulo de Sócrates, Jenofonte, que lo cuenta en sus Memorabilia (2.1.21–34).
El caso se presenta en uno de los viajes del héroe, que tiene una visión acerca de su futuro, y es visitado por dos figuras alegóricas femeninas, que son el Vicio y la Viirtud (Kakía y Areté) y que le ofrecen dos caminos, uno fácil y placentero o una senda dura, pero a la postre gloriosa. Los caminos del vicio y la virtud están muchas veces evocados en la literatura griega desde Hesíodo, en Los trabajos y los días, hasta la comedia de Aristófanes. Luego el motivo aparecerá en diversos escritores de la antigüedad romana, hasta Silio Itálico, y tendrá una especial recepción alegórica en el Renacimiento, como el motivo ya antes mencionado del juicio de París. Se convierte así en una especie de ejemplo de “batalla por el alma”, tras una larga cristianización medieval, en la que se debe decir el futuro y el modo de vida. Autores renacentistas como Coluccio Salutati escriben sobre este tema siguiendo la mediación con los clásicos que viene de Petrarca. El viejo tema de los géneros de vida, entre la contemplativa y la activa, viene del mundo presocrático y pasa a la posteridad como una elección a veces simbólica que tiene que afrontar el héroe vital que somos todos, significado a veces como Hércules y otras como París. El motivo de Hércules en la encrucijada aparece en las artes plásticas de forma permanente desde entonces: ejemplos de la larga duración del motivo en las artes son un hermoso grabado de Durero y el mural de Mariano Salvador Maella en el Palacio Real de Madrid. Está presente incluso en composiciones musicales de Bach y Händel. El héroe ha de decidirse por el camino de la virtud, que siempre es escarpado.