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12 Dic 2024
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La historia de la “soldado” carlista Francisca Guarch Folch

Una mujer enrolada en el ejército carlista que se mueve entre la realidad y el mito

Una niña de Castellfort

En el mes de diciembre de 1872 una jovencita que recibía el nombre de Francisca Guarch Folch escapó de Castellfort (al norte de la Comunidad Valenciana), el que era su hogar: una población que para la época alcanzaba los 1.530 habitantes y que, además, gozaba de numerosos voluntarios para los ejércitos carlistas de Aragón y Valencia.

En los años 80 y 90 del siglo XIX Jorge de Pinares, un escritor afín a la causa carlista y deseoso de promover el “espíritu romántico” entre los jóvenes tradicionalistas, elaboró la que sería su obra magna: La heroína de Castellfort. Episodio histórico tradicionalista, un extenso relato en el que se trató de convertir a la figura de Francisca en leyenda y estandarte.

Según Pinares, Francisca vivía en aquella localidad con sus padres (Vicente y Gracia), además de con sus hermanos. El motivo de su escapada es el enrolamiento de uno de estos últimos en el Ejército del Levante desplegado entre Valencia y Morella; antiguo enclave carlista desde 1833.

La Tercera Guerra Carlista y las mujeres

La Tercera Guerra Carlista de 1872 aconteció mayoritariamente en los territorios de Valencia, Aragón, Cataluña y el País Vasco. La sublevación de Juan Castells, en abril de aquel año, dio paso a una serie de alzamientos carlistas y a la formación de nuevos batallones. Todo ello, fuera de los planes originales del mando tradicionalista, hizo sentirse seguro al pretendiente Carlos VII dando inicio así al conflicto; aunque poco después don Carlos tendría que huir por un breve periodo de tiempo.

Ser mujer en el siglo XIX no es una tarea fácil, tampoco lo era en el advenimiento del siglo XX, y aún menos si se trata de “una” carlista. El bando sublevado ya contaba con experiencias y contactos cercanos con mujeres en el frente. No era algo tan novedoso, encontramos cantineras desde la época de los tercios. Se trata de un hecho que, además, se habría repetido en los conflictos que precedieron a las contiendas carlistas (contra la Revolución y el Imperio francés o la Guerra Civil del Trienio).

En las diferentes villas, sobre todo en las que no se encontraba el predominio claro de uno de los dos bandos, las acusaciones públicas y las represalias fueron muy frecuentes. Se dieron numerosas oportunidades para atacar a una mujer, o a sus hijas, si se daba a conocer que eran familiares de un carlista y, por ejemplo, se trataba de una localidad a favor del Gobierno liberal.

Las mujeres carlistas, a pesar de no blandir siempre las armas, fueron las primeras en ofrecer su auxilio por la causa. Encontramos numerosos casos de mujeres en el frente ayudando en la fortificación de trincheras y baluartes, auxiliando a los heridos o prestando sus servicios a modo de “porteadoras” en breves incursiones en los campamentos enemigos.

El Ejército de Cataluña

En 1872 el Ejército carlista de Cataluña se encontró bajo las órdenes del infante don Alfonso, el hermano menor de Carlos VII. El primero mantuvo una constante rivalidad con Savalls, quien sistemáticamente desobedecía al infante. El general Savalls fue uno de los comandantes en jefe interinos de la región catalana, había luchado en la guerra de 1833 y en la de 1846. Al igual que muchos otros carlistas, véase el propio don Alfonso, formó parte de los Zuavos pontificios en su exilio italiano. Apodado “el terror de la montaña”, obtuvo grandes victorias en Vidrá, Cardedeu y Olot. Fue ascendido a comandante de Gerona, mariscal y general de Barcelona y, finalmente, Carlos VII le otorgó las funciones de mando superior de la región a regañadientes de don Alfonso…

Cantinera de la época sirviendo a tropas carlistas.

Francisca se transforma en Francisco

El ya citado Pinares confiesa ser el único poseedor de los documentos escritos por la joven, asimismo su narrativa puede llegar a ser “alegórica” y poco precisa. En este sentido, cuando nos enfrentamos al análisis de las aventuras de Francisca debemos hacer uso del contraste de fuentes a través de los escritos de, por ejemplo, doña María de las Nieves de Braganza (esposa de don Alfonso) o del general carlista Savalls. Ambos conocieron de primera mano el caso de Francisca, e incluso llegaron ejercer de “padrinos” una vez había abandonado el ejército.

En su camino hacia el sur de Cataluña Francisca intercambió sus vestiduras con unos campesinos por: “una boina, una camisa azul, unos pantalones y unas viejas alpargatas”. La joven valenciana cambió su nombre a Francisco, pero la transformación aún no había concluido. En 1873, en la ciudad de Gerona, entró en la capilla mayor de la catedral, allí mismo cortó sus cabellos como ofrenda a la virgen.

Las campañas militares de Francisco                 

En enero de 1873 el “nuevo miembro de la familia Guarch” participó en los combates de Sallent y Aniol bajo las órdenes del capitán de su partida, Ferrer. Resulta llamativo el hecho de que no fuera identificado(a) como mujer, las vestimentas a las que ahora debía añadir trinchas y fusil habían cumplido su función. También luchó en Tortellá y Puigcerdá, en los asedios de Vich y Quirico, etc. La más importante de todas sus acciones se dio en el combate acontecido entre el 23 y el 25 de septiembre de 1873 en el camino de Puigreig.

En Puigreig se llevó a cabo un sangriento combate liderado por los carlistas, en el que participaron unidades tan importantes como los Zuavos Reales y la Brigada de Gerona, con el objeto de cortar los suministros de las fuerzas liberales. Se afirma que, durante el enfrentamiento de 6 de la madrugada hasta 12 del mediodía, Francisco encabezó varias cargas a la bayoneta. El capitán Puig de la brigada gerundense afirmó: “este muchacho es un león”.

El 18 de mayo de 1875 el comandante de la región de Valencia (Antonio Dorregaray) nos hace saber que: “la voluntaria Francisca Guarch, de Castellfort, sirvió en el Ejército Real de Cataluña” y que, asimismo, “fue condecorada con la Cruz pensionada del Mérito Militar” por sus acciones en Puigreig.

El descubrimiento de Francisca

“Mis queridos padres de mi alma: celebraré que las presentes líneas hallen en completa salud a ustedes (…) después que dejé su amada compañía, atravesé toda Cataluña (…) encontré la primera partida carlista, a la cual me incorporé. (…) después de la cual me incorporé a otro batallón, que se llamaba el [2.º de Gerona]”.

Esta carta fechada en julio de 1873 fue la primera de una serie de pistas que siguió, migaja a migaja, el padre de Francisca (Vicente).

En septiembre de 1873 el padre de la joven llegó al cuartel carlista de Castellfollit de la Roca (en la correspondencia de época Castellfuit o Castellfullit) donde el general Savalls le ofreció una audiencia e incrédulo por sus palabras le hizo saber las posiciones de la Brigada de Gerona. También estaban en aquel lugar María de las Nieves y su esposo, el infante, que rememoraron aquella situación:

“un día se nos presentó un hombre del Maestrazgo y nos pidió, con mucha insistencia, que le devolviéramos a su hija, que servía, decía él, en nuestras filas. Al principio le creímos loco (…)”.

En Mieras, unos días más tarde, tras pasar revista al 2. º Batallón de Gerona el jefe al mando de la caballería carlista, don Manuel Vilageliu, recibió órdenes de hospedar a la joven en su cuartel e invitarle a una cena. La inocente Francisca pensó que se trataba de un banquete en honor de sus hazañas militares… Pero nada más lejos de la realidad, había sido descubierta y sus aventuras habían llegado a su fin.

Francisca Guarch Folch después de la guerra

Al igual que otros carlistas Francisca soportó las calamidades de un largo viaje de exilio, en concreto a Perpiñán. Permaneció en el extranjero año y medio hasta que pudo regresar. En 1895 se asentó, hasta octubre de 1900, al servicio del capellán Tarradellas en Barcelona. Francisca Guarch nunca perdió su espíritu legitimista, llegó a colaborar en la fallida insurrección de Badalona en 1900. Según el relato de Pinares en 1903 Francisca volvería a Castellfort, donde falleció:

“y el día 30 de diciembre de 1903, a las diez y media de la mañana después de haber recibido los Santos Sacramentos con mucho fervor varias veces, resignada y alegre, sin que nunca, ni una sola vez, le oyeran quejar de su mal, entregó su hermosísima alma a Dios”.

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