Los nazis y el mayor expolio de la historia
Por todos es conocida la expansión territorial del nazismo por el continente europeo, empezando con la anexión de Austria en 1938, y un año después con la trascendental invasión de Polonia, que volvió a encender la mecha de una segunda contienda global de mayores proporciones de devastación, una más terrorífica que la anterior.
Su imparable avance militar durante los tres primeros años, hasta 1942 que fue el año decisivo y punto de inflexión que modificó la balanza, no solo permitió al III Reich tomar pueblos y ciudades así como abastecerse de suministros y materias primas para el Lebensraum de Alemania – el denominado como “espacio vital” –. Sino que también deseaban apoderarse de grandes riquezas que trascendían las reservas de oro, los grandes tesoros del continente, los cuales no se ocultaban en un cofre: hablamos del arte. Fue así, que durante el transcurso de la WW2, por cada porción de tierra que el ejército alemán tomaba, eran requeridos de metódica forma toda una serie de valiosos objetos y obras de arte de casas, palacios, iglesias, museos… de los distintos países europeos, llegando por tanto a acumular un verdadero tesoro.
Éste deseo por obtener piezas de gran valor que decorasen los hogares y galerías privadas era un expreso deseo de los altos jerarcas nazis, como Hermann Goring; así como para Germania, la utópica construcción de una “nueva Berlín” como capital del nuevo orden mundial que el propio Hitler deseaba edificar, destinadas por tanto para las salas del nuevo Museo del Fuhrer. Y si su destino no era éste, les esperaba la destrucción, puesto que eran símbolos que formaban parte de un orden mundial a destruir y borrar de la faz de la tierra. ¿Cifras? Solo en Francia más de 22.000 objetos robados, y un total 110 billones de francos en valor del patrimonio expoliado.
Además, las expropiaciones más severas giraron también entorno a los bienes materiales de familias judías alemanas y europeas, como es el ejemplo de los Rothschild; ahí empezó todo.
Una historia real que llegó a Hollywood
Fue así que para intentar revertir la situación, recuperar y devolver dichos bienes patrimoniales, nació una brigada estadounidense y británica formada por un selecto grupo de 7 miembros conocida como los Monuments Men. Estaba formada por historiadores del arte, conservadores de museo y arquitectos, cuya misión arrancó en primer lugar por compensar los destrozos de la guerra. La WW2 se convirtió en una contienda de aniquilación, lo único que importaba era acabar con la totalidad del enemigo a cualquier precio y sin importar las consecuencias. Con tal de eso y donde el valor de la vida carecía, las ciudades y su patrimonio sufrirían una devastación sin parangón; sobre todo cuando los Aliados tomaron la delantera a partir de 1943 y su objetivo era la toma y destrucción del corazón del Reich: Berlín.
Lo que empezó entonces como una arriesgada operación de protección de ese patrimonio expuesto – véase el gran ejemplo de la Última Cena de Da Vinci durante los bombardeos sobre Milán – terminó por convertirse también en una operación de rescate de ese expolio nazi, al descubrir los traslados en masa de piezas y obras de arte a distintos puntos de Alemania para ocultarlas o destruirlas.
Ésta historia llegó a los oídos de Hollywood, y en el año 2014 el actor George Cloony decidió protagonizar, dirigir y producir una película inspirada que contara ésta sensacional historia. Para no destripar el largometraje al lector que desee verla, solo diremos que el famoso castillo del romanticismo de Neuschwastein – el que inspiró a Walt Disney para su logotipo – tiene mucho que ver.
Otros Monuments Men
No son los únicos cuya historia merece ser contada…
En nuestro patrio suelo también hubo personas que arriesgaron sus vidas en post de salvaguardar y mantener con vida el patrimonio. Esto ocurrió unos 5 o 6 años antes, durante la maldita Guerra Civil española. Ante el avance desde el sur por parte del ejército nacional hacia Madrid, así como por el bombardeo por parte de la aviación tanto de la Italia Fascista como de la Alemania Nazi sobre la capital española, el gobierno de la II República tuvo que actuar sobre nuestro tesoros; el objetivo, el Museo Nacional del Prado.
Se creó la Junta de Defensa del Tesoro artístico Nacional, formada por artistas, arqueólogos y museógrafos, para desmantelar y trasladar hasta 2000 obras almacenadas en el museo con destino por carretera hacia Valencia y Barcelona, para después ir por vías ferroviarias a Ginebra en Suiza, cuya ciudad era el epicentro de la por entonces Sociedad de Naciones. Gracias a ello, ejemplos como la destrucción del Alcázar de Toledo no se volvió a repetir. Al fin y al cabo los tesoros artísticos es el alma de un pueblo, de una civilización, y si perdemos eso; lo perdemos todos.
Hay más ejemplos a nivel mundial e incluso más contemporáneo, que serán contados quizás más adelante.