Imagen de la Santa Compaña, un mito característico del norte de España
Hoy en día se tiende a pensar que la fiesta de Halloween es una fiesta extranjera, que nada tiene que ver con la verdadera festividad que son los católicos días de Todos los Santos y Difuntos, cuando realmente ambas se superponen. Son hijas de una misma tradición, de un mismo origen.
Los orígenes de Halloween están en Europa, en la Europa pagana y precristiana, cuando por estas fechas las distintas civilizaciones de origen indoeuropeo coincidían en que el mundo de los vivos y de los muertos se encontraban, se fusionaban por unos días, y por ende había que estar preparados para encontrase con dicho umbral de la muerte.
El mundo celta
La palabra Halloween es una palabra anglosajona cuyo juego de palabras viene a significar la víspera de todos los santos. Una palabra cuya raíz proviene además de la lengua celta, y que corresponde a la gran fiesta donde celebraban el fin de la cosecha y la época oscura con la llegada del nuevo año: el Samhain.
En dicho ritual, los antiguos celtas acudían a los altos cerros o acantilados para celebrar por una noche el encuentros con el más allá. Por tanto solían encender grandes hogueras donde cantar y danzar en ese encuentro, donde no faltaba la música y por supuesto las bebidas espiritosas. Además, solían decorar dicha hoguera con calaveras pintadas procedentes de los prisioneros de guerra ejecutados, a modo de decorarlo en post de un altar de la muerte.
El mundo romano
Por otro lado, los antiguos romanos realizaban una distinción entre 3 tipos de espíritus del más allá, a groso modo: manes, lares y lémures. Los primeros son aquellos ancestros que han trascendido y desde el más allá nos protegen, por ello les honramos con flores y fuego. Los segundos son aquellos espíritus que no han trascendido, que se encuentran en el interregno y siguen vagando por alguna razón. Los terceros son los espíritus malditos a causa de una muerte trágica, la falta de un digno enterramiento o el haber acometido un miserable crimen. Por ende, durante estas fechas se esperaba el encuentro con dichos espíritus y por tanto a través del acto ritual los romanos se relacionaban y protegían de ellos.
Estos rituales eran el Mundus Patet y Lemuria. El primero consistía en un ritual público donde los ciudadanos acudían al corazón de la ciudad para contemplar la apertura de una supuesta cámara secreta que conectaba con el inframundo, por ende se invocaban a los espíritus a habitar con ellos durante esos días, y por último se echaban unas semillas para que dichos ancestros desde el más allá protegiesen dichas semillas para la futura cosecha. En cuanto al segundo, consistía en un ritual privado que las familias debían de hacer en sus hogares para expulsar a los lémures que ocupaban sus dominios, de esos espíritus que atormentan a los vivos hasta llevarles a locura y la desgracia en su honor; estaríamos hablando quizás del primer ritual de exorcismo de la historia así como del origen histórico de la arquetípica “casa encantada” utilizaba posteriormente por la cultura pop.
La Cristiandad
Con la llegada del Cristianismo estos rituales no se van a prohibir o perseguir, sino que van a ser transformados. La Iglesia a través de la evangelización por el Imperio romano y por los territorios celto-germánicos, decidirá cristianizar y asimilar estas fiestas paganas con el establecimiento del culto a los santos y los difuntos, a los mártires y a las almas de los muertos. No es casualidad que desde entonces y hasta ahora, en el mundo católico haya sido habitual celebrar también la honra a los ancestros con flores o velas, el compartir y degustar gastronomía específica, así como la idea de disfrazarte con ropa vieja y pintarse el rostro a modo de despistar a los muertos. En España es bien conocida la leyenda de la Santa Compaña, las celebraciones y poemas de Bécquer entorno a las ánimas o la representación teatral de Don Juan Tenorio; ejemplos de una pervivencia pagana y ancestral en la cultura cristiana y católica.
Por último, es por todos sabidos que los europeos emigraron y se establecieron por todo el continente americano, llevando consigo sus rituales y costumbres culturales. Los anglosajones en Norteamérica y con el paso del tiempo, produjeron la trasformación a la actual fiesta, que quizás ha perdido ya su sentido más espiritual e identitario por sus matices hollywoodienses. No obstante en Hispanoamérica, España y su mestizaje con las culturas mesoamericanas, permitió la creación en México del actual Día de Muertos. Un encuentro y celebración con el mundo de los muertos, muy similar a los llamados refrigerium de los antiguos romanos, junto a las tumbas de los ancestros para estas fechas otoñales.