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19 Sep 2024
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Monstruos cotidianos

Esa deriva del ambiente reaccionario no es otra cosa que un giro cultural perfectamente calculado e incluso favorecido por el Sistema, puesto que, como decimos, al propio Sistema le conviene utilizar un giro sociopolítico de signo reactivo y represivo a su conveniencia, como ya hizo en la Alemania de Weimar, para así mejor instalar el IV Reich

Estamos asistiendo a una paradoja de tantas a las que nos tiene acostumbrados esta época tan perversa: el mundo anglosajón, por medio de las revueltas urbanas de grupos radicales en Reino Unido (tras el asesinato de tres niñas en Southport) y de la reacción del ambiente conservador y “alternativo” en los EEUU (tras el atentado contra Donald Trump en Pensilvania), marca un cambio en el ámbito más reaccionario de la política; pero, contra lo que podría parecer, esa deriva del ambiente reaccionario no es otra cosa que un giro cultural perfectamente calculado e incluso favorecido por el Sistema, puesto que, como decimos, al propio Sistema le conviene utilizar un giro sociopolítico de signo reactivo y represivo a su conveniencia, como ya hizo en la Alemania de Weimar, para así mejor instalar el IV Reich.

Regresará la militarización a las calles… ¿No creen lo que digo? Tanto los radicales como los oficiales están avalados por el Sistema, en cualquiera de los dos casos anteriormente citados. La acción sin reflexión no es más que un impuso imposible de domeñar; pero la reflexión sin acción supone una variante del onanismo que apenas sirve para abstraerse de esta realidad envolvente. El suicidio de Dominique Venner en la Catedral de Notre Dame de París hace ya más de una década fue, en ese sentido, el testamento de un hombre coherente, bajo la forma de una llamada a la acción, por medio de un gesto eminentemente estético, a imitación del que antes realizara Yukio Mishima, después de varias décadas de ahondamiento en el diagnóstico teórico.

Cualquier acción política común que vaya en la dirección de lo postulado por Mishima o Venner será perseguida públicamente por resultar “fascista”, eso lo sabemos seguro, y por eso vale la pena resaltar que, a lo que nos impele el pensador francés es a realizar una revolución, en el sentido etimológico de adaptar el futuro a los postulados fundacionales, donde Europa vuelva a ser la gran civilización de los tiempos pasados; y, en ausencia de poder realizar dicha revolución, a vivir en un orden personal acorde a los principios espirituales del bushidō. Al Sistema no le interesa que existan emboscados, y justo por eso prefiere alimentar una retaguardia cada vez más poderosa de radicales despojados de norte, de desesperados ansiosos por ver cómo todo arde.

Otro sabio muerto en los primeros compases del siglo, pero cuya obra adquiere hoy nuevas vibraciones, fue el británico Roger Scruton, que escribió: «Nuestra civilización no puede sobrevivir si seguimos cediendo ante los islamistas». Algo que, en mitad de este tórrido verano, parece haber recobrado un nuevo significado a la luz de lo que nos llega desde su país natal. En las previsiones de futuro para Europa realizadas por Venner aparece con fuerza una única vía: aquella que asuma la técnica moderna para alcanzar fines propios de la tradición sapiencial europea. En sus propias palabras, «Se trata de reactualizar los principios vivos de un ideal de vida», sólo que incluyendo en ellas un sentido puramente tecnológico. Algo que ya postulaba su contemporáneo y amigo, el neopagano Guillaume Faye, para quien el así llamado perennialismo debía abandonar la minoría de edad en lo relativo a la técnica, en una nueva creación intelectual que denominó “arqueofuturismo”.

Y aún hay más autores, en la línea “especulativa” del británico Nick Land, que en estos días de acción sin ideas y de ideas sin acción caminan en la misma dirección: no se puede ignorar el estado actual de la técnica sólo porque no nos guste; los retos de la época demandan que utilicemos todos los recursos a nuestra disposición para ganar la batalla; y es que si, como anuncia el gurú de Google, Ray Kurzweil, “la singularidad”, ese anunciado momento en que las máquinas superarán a los hombres, “está cerca”, los antimodernos no pueden cerrar los ojos ante una realidad que hará a sus enemigos poseedores de un poder incalculable; y es por ello que cabe reivindicar un tradicionalismo profundo, alejado del todo de los presupuestos amish propios del sectarismo más ramplón y trasnochado… De ese mismo sectarismo, cabe añadir, que hoy por hoy hace del mundo reaccionario un conjunto en apariencia disidente, pero en muchos sentidos conveniente para los intereses del Sistema.

Según Kurzweil, «La Singularidad es un período futuro durante el cual el ritmo del cambio tecnológico será tan rápido, su impacto tan profundo, que la vida humana se transformará irreversiblemente». Las consecuencias de dicho fenómeno han sido definidas con precisión por Yuval Noah Harari: «En su búsqueda de salud, felicidad y poder, los humanos cambiarán gradualmente primero una de sus características y después otra, y otra, hasta que ya no sean humanos». La llegada del Homo Deus como nuevo sujeto de la Historia y culminación del proyecto utópico de la Modernidad… ¿Se imaginan lo que pasaría si sumamos hipervigilancia al potencial de dominación de una sociedad cerrada? Sería la peor de las distopías… A la que ya hemos arribado.

Desde argumentos teístas o agnósticos, se puede y se debe rechazar el transhumanismo, pero la cuestión fundamental del tradicionalismo en el futuro será la asunción simultánea de una postura políticamente realista frente a la singularidad anunciada por Kurzweil y la terrible aparición del “hombre nuevo” transhumano de Harari. Frente a la islamofilia zurda y al multiculturalismo de salón, puesto que no hay tanta distancia como pareciera entre la internacional socialista y la umma mahometana, hay que oponer el principio de realidad. El mito tecno-económico del Progreso produce los peores endriagos en forma de pesadillas que hoy por hoy son ya mundanas; y mirar a otra parte no hará que los ya mencionados monstruos cotidianos desaparezcan sin más de nuestro horizonte más inmediato.

La acción política, tal y como se ha dicho, se encuentra en buena medida descartada por los antecedentes históricos de las terceras vías y su terrible reguero en forma de víctimas, además del propio uso a su favor que los agentes del orden hacen de los disturbios sociales favorecidos por la “ultraderecha”. Por ello creemos que no es posible derribar al Sistema directamente, en estos días, sino que se hace necesario esperar a que caiga por su propio peso con el sonido de un árbol seco que se derrumba a solas en el bosque. Algo que, como queda patente día tras día (y sobre todo desde el 11S en adelante), no tardará en acontecer, dada la gravedad de la carcoma.

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