Los diferentes reinos musulmanes tuvieron presencia en la península ibérica durante más de 700 años. Desde el 711 hasta el 1492 existieron diferentes estados de mayoría musulmana en el país que, por pura necesidad histórica, se relacionaron de forma habitual con los diferentes reinos cristianos mucho más de lo que podríamos llegar a pensar. Este caso resulta especialmente curioso al observar al primer califa Omeya, Abderramán III (929-961) que era pelirrojo y de piel clara por su ascendencia vascona.
Es habitual, muchas veces por aplicar lógicas actuales al pasado, que pensemos que buena parte de los nobles de la época de la Reconquista mantenían una suerte de política de aislacionismo entre cristianos y musulmanes. No obstante, la realidad es bastante distinta. En el propio caso de Abderramán III su madre era Muzna, una vascona convertida al islam que formaba parte del harén del príncipe Muhammad, hijo primogénito del emir Abdalá I. Esta mujer, de rasgos cuasi nórdicos, pertenecía a la familia de Fortún Garcés, es decir, a la dinastía real de Navarra. La abuela de Abderramán III, Oneca, era también de la familia real navarra, y fue una suerte de pago al hijo del emir tras una importante derrota militar, aunque no se trató de un concubinato, sino de un matrimonio con todas las de la ley que consolidó una suerte de alianza entre cordobeses y navarros.
Lo curioso, es que Aberramán III convirtió el emirato en un Califato, es decir, se situó a si mismo ya no como un gran líder político, sino como líder religioso y, supuestamente, heredero sanguíneo de Mahoma. Y es que los califas, en principio, tenían que tener lazos familiares originales con Mahoma para poder declararse como Califa, que literalmente significa “representante” en árabe.
Lógicamente, el aspecto de Abderramán III hizo a muchos de sus contemporáneos levantar una ceja ante la afirmación de ser familia de Mahoma. Una piel muy clara, un pelo rojo fuerte y ojos vivamente azules, según lo describen las crónicas, no era el aspecto que la mayoría de los musulmanes de la época asociaban con el fundador de la religión musulmana.
Así, tomo la decisión de ocultar sus rasgos navarros y cogió la costumbre de teñirse el pelo de negro y no mostrar mucho su piel en público, pues cada vez que lo hacía generaba recelos al afirmar una línea de sangre indiscutible hasta Mahoma. También tenía ciertos complejos con su altura, pues según fuentes de la época, era destacablemente más bajo que la media y, más concretamente, mucho más bajo que los soldados de su guardia. En la mayoría de sus intervenciones públicas, tenía la costumbre de presentarse sobre un caballo y envuelto en lujosas túnicas, para tanto ocultar sus rasgos nórdicos como evitar posibles críticas a causa de su estatura.