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19 Sep 2024
19 Sep 2024
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Un Dios entre nosotros: El culto al emperador en Roma

«El culto a la figura del gobernante es una práctica antigua atestiguada en personalidades influyentes romanas como Julio César u Octavio Augusto«

Es bien conocido por todos la religiosidad impregnada en el mundo antiguo grecorromano con sus correspondientes ritos y cultos a su amplio panteón divino. Sin embargo, encontramos una adoración especialmente particular: la unión de lo supra celestial a lo terrenal en una figura política.

¿Honores divinos a una persona viva?

El propio concepto atribuido a esta práctica, es decir, «culto al emperador» es problemático por las numerosas cuestiones que se nos plantean.

Por un lado, el consenso general de los estudiosos es la atribución divina a la personalidad del individuo, encarnando una especie de médium entre dioses y ciudadanos con una carga simbólica política-religiosa. Además, es importante recalcar que existían ya prácticas religiosas en la sociedad romana que permitían la representación de ese estatus divino: el culto de la muerte con los dioses Manes o la procesión del triunfo del emperador cuando derrotaba a sus enemigos (había un esclavo que le recordaba al general que era un hombre, para que no intentara nivelarse a los dioses).

Otra controversia patente entre los numerosos expertos es el intento de tipificar el culto imperial en la esfera de la religión o de la política, al igual que procuran determinar si la religión se basa en la política o a la inversa. No obstante, las fronteras entre ambas se vuelven difusas y obstaculizan el verdadero asunto de fondo que consiste en entender el culto como un elemento simbólico de poder que estructura y ordena el mundo.

Ergo, una posible definición del culto al emperador podría ser la siguiente: «es el conjunto de honores otorgados a la personalidad del gobernante y su estirpe, culminando su divinización en una ceremonia de consagración a su muerte».

El verdadero punto de inflexión: la reforma augústea

En Roma, hallamos la semilla que plantó César y que Augusto hizo que floreciera en su máximo esplendor. Por ejemplo, la imperiosa necesidad de conectar la estirpe de antepasados de la dinastía Julio-Claudia con la divinidad, Venus, emparentándose, a su vez, con el pío Eneas, héroe mítico troyano que fundó Roma. De esta forma, se le confiere no solo una manifiesta protección mediante el culto a la diosa, sino también una legitimación de su poder en calidad de casi semidiós.

Asimismo, el cambio de régimen de la República al Imperio fue clave, ya que la reforma religiosa cobra una importancia excepcional en la medida en que se recurrió a ella para la recuperación de la unión nacional, desgastada tras las guerras civiles.

Por tanto, Augusto emprendió la tarea de construcción de diversos templos en el Foro , la ampliación y creación de nuevos cargos religiosos, la celebración de los ludi saeculares, es decir, un acto de devoción a los dioses, etc. En estas acciones, pues, subyace siempre la metáfora de reconstrucción de los edificios y de la religiosidad.

La ceremonia y los cargos religiosos al servicio del emperador

El vocablo latino para la ceremonia de divinización es consecratio, a saber, la sacralización de algo o alguien, donde el Senado tiene la potestad de elección y preparación de la misma.

Comienza con una pompa fúnebre donde el cuerpo es trasladado al Campo de Marte (fuera del pomerium o el límite sagrado de la ciudad). Entonces, allí se producía la incineración de los restos mortales o de su imagen en una pira de madera por parte del ulterior heredero. Luego, se soltaba un águila que salía del propio monumento, que representaba alegóricamente a Júpiter subiendo el alma del fallecido (apoteosis), convirtiéndose en divus/diva.

A modo de síntesis, el arquetipo básico a través del cual se vertebra el entramado del sacerdocio que velaba al emperador divinizado es el flaminado tanto provincial como local. El flamen (flaminica para las mujeres) poesía una doble intencionalidad: o bien supervisar el culto imperial y realizar los ritos y sacrificios correspondientes, o escalar social y políticamente, viz., participar en la toma de decisiones políticas senatoriales. A su vez, el emperador contactaba con ellos mediante el concilium, consejo donde se eligen a los flamines y, a la par, es el vehículo de comunicación de la situación de las provincias y Roma. Normalmente, gozaban de un prestigio social, ya que pertenecían a un ordo equester o decurionum, es decir, clase ciudadana alta y rica, y su cargo duraba ad perpetuum.

Augusto en nuestras casas

De la misma forma en que Augusto ha ordenado la estructura social pública, también consigue camuflarse en los hogares de las familias romanas mediante una asimilación del pater familias, de manera que se veneraba al denominado genius Augusti.

Por otro lado, encontramos altares colocados en los barrios de Roma con pequeñas capillas, donde se honraba a las divinidades defensoras de los vecindarios y cruces de caminos, y se incluyeron en la familia imperial y surgieron lares augustales.

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