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18 Feb 2025
18 Feb 2025
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Una charla con amigos sobre el amor y Brujería de Gonzalo Torné

La novela de Torné casi puede augurarse como un documento histórico que registra el amor en pleno 2024

Es difícil calcular cuantas formas de amor distintas somos capaces de conocer a lo largo de nuestra vida, pero estoy seguro de que en los cafés con mis amistades hemos tratado acerca de todas ellas. La experiencia de estar en el ecuador de tus veinte se resume un poco en esto: grandes debates sociológicos y casi próximos a lo científico en los que analizas las relaciones amorosas de los demás (y las tuyas propias) con la minuciosidad de quien realiza un estudio de campo. La conclusión no importa, el simple arte de divagar sobre el asunto y de fantasear ya hace que des por cumplida la misión para la que concertaste tu cita semanal del viernes noche. Encontrar un libro que me acercase a uno de esos encuentros recurrentes, pero desde la perspectiva de gente de cuarenta años, ha hecho que me replantee si a partir de los veinticinco sufres un estancamiento y estas conversaciones serán las que rijan el discurrir de mis días a partir de ahora. La verdad es que no me importaría vivir continuamente en un diálogo de Brujería, la nueva novela de Gonzalo Torné, que muestra el amor en todas sus facetas.

Brujería realiza un retrato de la burguesía catalana, pero muy centrada en las relaciones amorosas y en una de las grandes enfermedades de nuestro tiempo: vivir anclados al pasado.

“El amor no es un destino ni una cobardía, sucede como un accidente de tráfico o como ese barrio que a fuerza de atravesarlo terminas queriendo tanto”

La novela casi puede augurarse como un documento histórico que registra el amor en pleno 2024. Los debates que se escuchan frecuentemente en las tertulias de cafetería mencionadas pasan a la escrita y se intelectualizan con una prosa y estilo magníficos. Resulta imposible no alabar la calidad literaria de Gonzalo Torné desde el primer hasta el último párrafo.

Los diferentes tipos de relaciones como las abiertas o extramatrimoniales, así como la inseguridad de un soltero a la hora de tener encuentros puntuales con gente distinta, son el epicentro de la trama y aportan una contemporaneidad que hace que dentro de unos años igual se quede obsoleto este trato de los vínculos interpersonales. Parece que la evolución en términos amorosos va el doble de rápido que cualquier otro aspecto vital. De momento, Gonzalo Torné parece dar en el clavo y acertar con una de las “enfermedades” que acechan a nuestro siglo y que han facilitado la trama de tantos capítulos de Sexo en Nueva York: ¿es la falta de compromiso una realidad o tan solo nos hemos vuelto adictos a sentir nuevos estímulos continuamente? El eterno conflicto con la monogamia vuelve a resurgir, pero desde un planteamiento más maduro y realista. Carrie (protagonista de la conocida serie) se preguntaba si era imposible la exclusividad en una ciudad como Nueva York, y Brujería ahondará en este interrogante en la Barcelona actual. No creo que Gonzalo Torné ofrezca una respuesta, pero al menos sí parece aportar alguna que otra solución a partir de la vida de los personajes creados.

Diego Duocastella se reencuentra con su pasado al llegar a Barcelona. Este hecho hará que los fantasmas del pasado le atormenten a lo largo de la novela. En esta nueva etapa vital, conoce al matrimonio de los Pons a y su enigmática cuñada. Entre ellos se irán fraguando distintas relaciones y vínculos, quizás para algunos demasiado alejados del amor romántico o verdadero, pero para otros una forma inteligente de aprovechar las diferentes opciones que la libertad sexual aparentemente facilita. Sin embargo, los sentimientos son irrefrenables, por lo que se advertirá también de la necesidad continua del diálogo y del entendimiento entre todas las partes, que habitualmente recurrirán a la culpa o a la pena como motor de sus actos. Esta nueva realidad propiciará que el pasado de Diego vuelva a aflorar, dejando una incógnita para el lector: ¿qué es lo que pasó realmente con sus amistades y por qué parece que ya no queda nadie de su pasado en la ciudad más que en su recuerdo?

“¿No os parece que a veces llamamos nostalgia al paso natural del tiempo, a la secreción inevitable que dejamos al vivir?”

Si el amor y las relaciones de pareja son el tema por excelencia, Gonzalo Torné decide volver a dar un golpe sobre la mesa y asustar a toda una generación traumatizada por una vivencia común: la nostalgia y su ferocidad. La novela presenta el perfil de personas que son auténticos “fantasmas de lo vivido”. A Diego el pasado muchas veces le paraliza, por lo que trata de reconstruirlo sin que este le afecte de una forma demasiado dañina y devastadora. Este personaje, por tanto, sirve de espejo para todas esas personas que son incapaces de dejar de mirar el pasado con la melancolía propia de un domingo de invierno. Llegados a este punto me replanté si merecía la pena la lectura de esta novela (demasiado certera y específica en muchos momentos), pero sus diálogos me atraparon e hicieron que no fuese capaz de despegarme del papel. A veces hay que enfrentarse a los propios terrores nocturnos, y Brujería (título bastante acertado) consigue que uno mismo emprenda este viaje de duelo. Todo esto a través de una prosa que destaca por su belleza y unos personajes que son esbozos de todos nosotros. La simpleza de lo cotidiano es nuestro mayor tesoro, y Gonzalo Torné nos lo demuestra en cada página.  

“Puedo sentir nostalgia de una cena, de un cigarrillo, incluso de una relación inesperada”

“Fue una buena noche, Ana, muchas gracias”.

Siempre he pensado que cada tipo de amor tiene un espacio distinto en nosotros, por eso es imposible llenar el vacío de cada uno de ellos con otros, por muy fuertes que estos sean. Cuando Diego tiene un encuentro pasajero e insignificante con Ana (episodio que tan sólo ocupa dos páginas) se da cuenta de lo agradecido que está por haber compartido apenas unas horas de intimidad y confesiones. Ambos sabían qué iba a ser su única cita, pero deciden dejarse llevar por una fugaz y finita relación. Durante ese tiempo, ambos parecen llenar un vacío que hace que mi planteamiento pueda tambalearse. Una vez se despiden, tan solo queda un bonito recuerdo.

Diego, que presenta carencias afectivas a diferentes niveles, parece nadar continuamente entre la satisfacción e insatisfacción a lo largo de la novela ¿Quizás buscamos tanto la grandiosidad en todas nuestras experiencias que nos olvidamos de la importancia de lo no trascendental? ¿Deberíamos disfrutar más de lo insignificante como una parte más de nuestro desarrollo? Este quizás sea otro de los aspectos que trata la obra, y es que, si nuestras historias no son más que momentos compartidos repetidos una y otra vez, parece que tiene todo el sentido darle un reconocimiento a cada uno de ellos, por muy pequeño que sea el espacio que ocupe en nosotros.

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