La administración Trump observa con creciente preocupación una posible convergencia entre dos de las organizaciones criminales más poderosas y violentas de México: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Chapitos, la facción surgida tras la ruptura interna del Cártel de Sinaloa. Así lo advierte la DEA en su más reciente informe, National Drug Threat Assessment 2025, que ofrece una radiografía detallada sobre el impacto del narcotráfico mexicano —especialmente de metanfetaminas y fentanilo— en territorio estadounidense.
Según el informe, el CJNG estaría explorando una alianza táctica con Los Chapitos, aprovechando la fractura interna del Cártel de Sinaloa entre el grupo de Ismael “El Mayo” Zambada y los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Esta división, sostiene la DEA, ha desatado una lucha intestina caracterizada por una escalada de violencia, asesinatos selectivos, desapariciones y un clima de terror que ha paralizado ciudades como Culiacán.
El punto de quiebre se habría producido tras la captura de Jesús “El Mayo” Zambada en Texas, en julio de 2023, figura clave dentro de la estructura histórica del cártel. La DEA sugiere que uno de los hijos de El Chapo habría colaborado con las autoridades estadounidenses para facilitar la entrega del veterano capo, lo que detonó una guerra fratricida entre los llamados “Chapitos” y la facción tradicional conocida como “mayiza”.
Desde entonces, el estado de Sinaloa ha sido escenario de un conflicto armado de baja intensidad, con células rivales disputándose el control de rutas, laboratorios y territorios estratégicos. En este contexto, la DEA sostiene que el CJNG y Los Chapitos habrían establecido una “alianza estratégica” para expandir su dominio territorial, aumentar su poder de fuego y reforzar su capacidad de infiltración en estructuras gubernamentales mediante el soborno y la corrupción.
“Una alianza entre el CJNG y Los Chapitos representaría una ruptura grave en el frágil equilibrio criminal en México”, advierte el reporte. Tal fusión no solo potenciaría la capacidad de ambos grupos para traficar drogas hacia el norte, sino que también intensificaría el flujo de armas hacia el sur, exacerbando la violencia en ambos lados de la frontera.
El alcance territorial del CJNG ha crecido de forma alarmante. Según la DEA, el cártel tiene una “presencia muy significativa” en al menos 17 estados mexicanos, entre ellos Guanajuato, Michoacán, Veracruz, Tamaulipas, Guerrero, Baja California y Quintana Roo. Aunque existen zonas de confrontación como Sinaloa, la organización ya cuenta con presencia nacional. De hecho, no hay una sola entidad donde su actividad pueda considerarse “limitada” o inexistente.
En Estados Unidos, el CJNG opera una vasta red de distribución de drogas, con presencia en prácticamente todos los estados. A través de asociados y facilitadores, introduce fentanilo y metanfetaminas producidas en laboratorios clandestinos mexicanos, abasteciendo a bandas y organizaciones locales en ciudades clave como Los Ángeles, Chicago, Atlanta, Phoenix, Houston y Nueva York.
El brazo financiero del CJNG está liderado por “Los Cuinis”, una organización que, según la DEA, desempeña un papel central tanto en la estructura de liderazgo como en las operaciones de lavado de dinero. Esta red criminal utiliza métodos como criptomonedas, contrabando de efectivo a gran escala y fraudes financieros para repatriar las ganancias del narcotráfico a México.
Sin embargo, las actividades del cártel no se limitan al tráfico de drogas. El CJNG ha diversificado sus fuentes de ingreso, involucrándose en delitos como el robo de combustibles, extorsión a gran escala, tráfico de personas, cobro de piso, infiltración en sectores económicos legales y esquemas inmobiliarios fraudulentos. Uno de los métodos más recientes detectados por la DEA es el fraude en tiempos compartidos, utilizado como fachada para el lavado de activos.
Por su parte, el Cártel de Sinaloa, pese a los duros golpes sufridos con la captura de sus líderes —El Chapo Guzmán y El Mayo Zambada—, sigue siendo una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo. La DEA estima que cuenta con “decenas de miles de miembros y asociados” que operan bajo una estructura descentralizada en más de 40 países.
En Estados Unidos, su influencia también es vasta, con redes de distribución que abastecen a grupos locales, pandillas y bandas callejeras en casi todo el país. Entre las principales ciudades receptoras figuran Los Ángeles, Nueva York, Houston, Miami, Chicago, Phoenix y Atlanta.
En México, el cártel tiene “presencia significativa” en más de la mitad del territorio nacional y opera en casi todos los estados, salvo en Jalisco, bastión del CJNG. Esta convivencia forzada entre dos superpotencias del crimen genera focos permanentes de violencia.
La DEA también destaca que el cártel de Sinaloa ha incursionado en la producción y tráfico del llamado “tusi”, una droga sintética de color rosa que mezcla ketamina, cocaína, metanfetaminas y, en ocasiones, fentanilo. Esta sustancia ha ganado popularidad en clubes nocturnos de ciudades estadounidenses, impulsada por importaciones masivas de ketamina desde China.
Al igual que su rival, el cártel de Sinaloa ha diversificado sus operaciones, involucrándose en trata de personas, prostitución, extorsión, robo de hidrocarburos y explotación de recursos naturales, incluyendo el agua y la fauna silvestre. Estas actividades no solo amplían sus fuentes de financiamiento, sino que refuerzan su estructura transnacional.
El informe también recuerda que, en febrero de 2025, el gobierno estadounidense clasificó como organizaciones terroristas no solo a los cárteles de Sinaloa y Jalisco, sino también al Cártel del Noroeste, la Nueva Familia Michoacana, el Cártel del Golfo, los Cárteles Unidos y dos redes criminales extranjeras: el Tren de Aragua (Venezuela) y la Mara Salvatrucha (Centroamérica).
A pesar de los esfuerzos de decomiso, la DEA reportó una reducción en las incautaciones de drogas sintéticas. En 2024, se confiscaron 9.950 kilogramos de fentanilo, un 29 % menos que en 2023. También se incautaron 61,1 millones de pastillas falsificadas, lo que representa una disminución del 24 %. Estas cifras fueron confirmadas por el Sistema Nacional de Incautaciones del Centro de Inteligencia de El Paso, Texas, que registró 23.256 kilogramos de drogas incautadas en todo el país, reflejando la misma tendencia a la baja.
No obstante, esta caída no refleja necesariamente una menor producción o tráfico, sino una posible adaptación de los cárteles para evadir controles, modificar rutas y refinar sus métodos. La presunta alianza entre el CJNG y Los Chapitos podría acelerar esa evolución del crimen organizado, desestabilizando aún más el ya frágil mapa criminal mexicano y profundizando su impacto en ambos lados de la frontera.