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Tras una serie de eventos violentos que sacudieron la ciudad, Rosario lucha por recobrar la normalidad. Cuatro personas asesinadas al azar en un fin de semana, una amenaza de bomba que provocó la evacuación de una terminal de autobuses y una ola de mensajes intimidatorios paralizaron la tercera urbe más grande de Argentina. Este episodio de violencia, desencadenado por los enfrentamientos entre grupos rivales por el control del narcotráfico en las periferias de la ciudad, ha llevado la tensión al corazón urbano desafiando las políticas de mano dura impulsadas por el presidente Javier Milei y el gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro.
Respuesta del Gobierno
Los asesinatos de Bruno Bussanich, Héctor Figueroa y Diego Celentano, taxistas emboscados, así como el de Marco Daloia, un conductor de autobús, paralizaron Rosario durante varios días. La ciudad amaneció sin clases, comercios cerrados y escaso transporte público, mientras los recolectores de residuos se sumaron a la huelga tras amenazas recibidas. En respuesta, el gobierno desplegó un amplio contingente de fuerzas de seguridad, incluyendo a las fuerzas federales y las Fuerzas Armadas, en los barrios más afectados.
La tensión se mantuvo palpable incluso después de la reapertura de las escuelas y la reanudación de servicios públicos básicos. El miedo persiste entre los ciudadanos, como lo expresó una joven trabajadora de un café en la estación de autobuses. Rosario, con una tasa de homicidios cinco veces mayor que el promedio nacional, enfrenta una crisis arraigada en la lucha territorial entre bandas criminales ligadas al narcotráfico.
Rosario, de la ciudad más bonita a la más violenta
Actualmente, Rosario es la ciudad más violenta de Argentina. La tasa de homicidios ha ascendido a 22 por cada 100.000 habitantes, lo que quintuplica el promedio nacional. Según la Fundación de Investigaciones en Inteligencia Financiera (FINIT) en la ciudad se cometieron 250 asesinatos en 2022 y 221 en 2023. La mayoría tuvieron lugar en zonas de la ciudad disputadas por decenas de grupos criminales.
Expertos señalan la necesidad de una política integral para abordar la violencia, que incluya mayores recursos en inteligencia, el combate al lavado de dinero y una presencia estatal más fuerte en los barrios marginales donde las bandas reclutan jóvenes. Sin embargo, la corrupción y la infiltración del narcotráfico en diversas instituciones estatales han obstaculizado los esfuerzos por contener la violencia.
Rosario, conocida como la «ciudad más bonita de Argentina», lucha contra la inseguridad y la impunidad mientras sus ciudadanos enfrentan el hartazgo y el temor creciente. La reciente escalada de violencia ha puesto de relieve la urgencia de abordar las raíces profundas de este problema, más allá de respuestas puramente represivas.