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Miles de sirios se han dirigió hacia la prisión militar de Sednaya, conocida como «el matadero humano». Este camino ha llevado a la población a enfrentarse a un escenario aterrador: la prisión que durante años albergó torturas, ejecuciones y desapariciones bajo el régimen de Bashar al-Assad. Con la reciente caída del Gobierno, las familias llegan aferradas a la esperanza de encontrar a los suyos entre rumores de que miles de prisioneros podrían seguir vivos en celdas subterráneas.
Miles de prisioneros liberados, pero las cifras son inciertas
La prisión de Sednaya se ha convertido en un símbolo liberación. Según informes de los Cascos Blancos, entre 20.000 y 25.000 detenidos han sido liberados del complejo, aunque aún se desconoce el número exacto de víctimas y desaparecidos. Testimonios de supervivientes revelan que la prisión albergaba al menos tres niveles subterráneos donde se encontraban celdas secretas.
En estos espacios ocultos, las cámaras de vigilancia confirmaron la presencia de prisioneros vivos antes de ser rescatados. Al acceder, se descubrieron macabros instrumentos de tortura, como una prensa humana conocida como la «machacadora de huesos», una silla para descargas eléctricas y un crematorio, evidenciando los brutales métodos empleados en este centro de detención.
Supervivientes marcados por el cautiverio
Entre los liberados se encuentran mujeres y niños, algunos de los cuales nacieron en cautiverio como resultado de violaciones sistemáticas dentro de la prisión. Las condiciones inhumanas han dejado a las víctimas en un estado de devastación física y psicológica. Muchos han perdido su identidad, no recuerdan su edad, ni siquiera el lugar en el que se encuentran.
Un país en busca de rumbo tras el fin del régimen
La caída de Al-Assad ha traído esperanza para muchos, pero también plantea dudas sobre el futuro político de Siria. Nuevas autoridades, encabezadas por facciones islamistas como Jabhat Fateh al-Sham, han comenzado a imponer su control en las zonas liberadas. El líder de esta facción, Al Julani, ya ha instaurado medidas como la policía moral en algunas áreas.
Mientras tanto, el país enfrenta un panorama incierto. Sectores influyentes exigen la implementación de la sharia, mientras otros abogan por elecciones democráticas que permitan reconstruir una nación devastada por años de conflicto y represión. La transición política en Siria está lejos de ser resuelta, y el destino de su pueblo sigue pendiendo de un hilo.