El miércoles pasado, Bolivia fue escenario de un evento inusual liderado por el comandante general del Ejército Boliviano, Juan José Zúñiga. Las dudas sobre este aparente golpe de Estado comienzan señalando que se produjo en el contexto de una intensa rivalidad dentro del partido gobernante, el Movimiento al Socialismo (MAS), entre el actual presidente Luis Arce y el exmandatario Evo Morales. Ambos líderes aspiran a ser candidatos presidenciales del MAS en las próximas elecciones, en medio de una crisis económica que ha erosionado la popularidad de Arce.
La tensión entre Arce y Morales ha sido palpable durante meses. El enfrentamiento no solo refleja una lucha por el liderazgo del partido, sino también una pugna por el control del poder en un país que enfrenta serios desafíos económicos. La situación se agravó cuando Zúñiga, un militar cercano a Arce, asaltó la residencia presidencial.
Cabe destacar que el propio presidente ascendió al militar organizador del golpe de Estado de brigadier general a comandante general del Ejército se realizó a pesar de tener un desempeño académico deficiente, entre muchas dudas y controversias. Este ascenso, criticado por figuras como el diputado opositor Alejandro Reyes, se percibe como un pago de favores por su lealtad al MAS. Hace dos años, Zúñiga ya había generado polémica por sus amenazas públicas contra la oposición.
¿Golpe de Estado para acabar con la corrupción o montaje para ganar popularidad?
Lo sucedido el miércoles se aclaró cuando Zúñiga, antes de ser detenido, anunció que todo fue un montaje orquestado por Arce. El objetivo era escenificar un golpe de Estado para mejorar la imagen del presidente, quien enfrenta una crisis de legitimidad tanto dentro como fuera del MAS. Esta revelación expone una estrategia desesperada de Arce para consolidar su poder y desviar la atención de los problemas internos del país.
Sumado a esto, muchos gobiernos en la comunidad internacional han expresado su apoyo a la «defensa de la democracia» en Bolivia, fortaleciendo indirectamente la posición de Arce frente a Morales.
Este posible autogolpe se produce en vísperas de importantes reuniones de la izquierda latinoamericana en el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla en Tegucigalpa, Honduras. Unos encuentros que han sido recibidos con rechazo en Honduras, evidenciando el creciente descontento regional hacia los gobiernos socialistas.
Por su parte, los seguidores de Evo Morales y sectores opositores bolivianos han definido lo ocurrido como “un autogolpe”, “un show político”, “una aventura”, “una parodia”, “una pantomima” o “un montaje”, reflejando la división política en el país y las muchas dudas que asolan a la población en relación con el suceso.
