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A solo una semana de finalizar su mandato como Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell se encuentra de nuevo en Oriente Próximo. Aunque en septiembre había cerrado lo que creía sería su última gira por la región, los acontecimientos recientes lo han obligado a regresar al Líbano. “No contaba con volver, pero lo he creído imprescindible porque he invertido mucho en este conflicto y Líbano es un país que puede desmoronarse”, explicó en Beirut tras reunirse con el primer ministro Nayib Mikati y el presidente del Parlamento, Nabih Berri.
Escalada en Oriente Próximo
Los once meses de guerra de baja intensidad entre Israel y Hizbulá se han transformado en un conflicto abierto. En apenas unas horas, Israel mató a más de 550 personas en el Líbano, la peor masacre desde el fin de la guerra civil en 1990, y comenzó a eliminar sistemáticamente a líderes del partido-milicia chií, incluido Hasan Nasralá. Mientras tanto, en Gaza, los desplazamientos masivos y el hambre se han convertido en armas de guerra.
“La soberanía del pueblo libanés debe estar en manos de su gente, no de poderes internos ni de influencias externas”, subrayó Borrell, apuntando indirectamente a Hizbulá e Irán. Al mismo tiempo, lamentó la falta de avances hacia un alto el fuego, que considera poco probable bajo las actuales circunstancias.
División en la UE por la acción del TPI
La reciente orden del Tribunal Penal Internacional (TPI) para arrestar al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y a su exministro de Defensa, Yoav Gallant, ha marcado la agenda internacional. Ambos son acusados de crímenes de guerra en Gaza. Sin embargo, la respuesta de los países europeos ha sido dispar.
Mientras España, Irlanda, Bélgica, Austria y Eslovenia han indicado que cumplirían con la orden de arresto si Netanyahu pisara su territorio, otras naciones, como Alemania y Hungría, han adoptado posturas más ambiguas. “Europa no puede apoyar al TPI a la carta. Si decimos que respetamos el derecho internacional, debemos hacerlo siempre, no solo cuando nos conviene”, advirtió Borrell, criticando el “estruendoso silencio” de la Comisión Europea al respecto.
Críticas a la política israelí
Borrell no ha ocultado sus discrepancias con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en torno a Oriente Próximo. Reconoce un “claro desacuerdo” con la línea adoptada por la Comisión y expresa frustración por no haber logrado evitar la tragedia humanitaria en Gaza.
“El terrorismo de Hamás debe ser condenado, pero un horror no justifica otro”, sostuvo, aludiendo a las acciones del gobierno israelí. Además, rechazó las acusaciones de antisemitismo que ha recibido de dirigentes israelíes, calificándolas como un intento de desviar críticas legítimas hacia las políticas de su gobierno. “La palabra antisemita no debe ser usada a la ligera; banalizarla es un error grave”.
Un legado entre luces y sombras
Con el final de su mandato a la vista, Borrell deja Oriente Próximo en un momento de alta tensión. Pese a sus esfuerzos por mediar en la región, reconoce con amargura que Europa ha estado “prisionera de sus fantasmas del pasado” y no ha sido capaz de limitar las acciones de Israel.
Sin embargo, su determinación de defender el multilateralismo y el respeto al derecho internacional se mantiene firme. “El futuro del TPI depende de que Europa apoye sus decisiones. Sin ese respaldo, el tribunal no será viable”, concluyó.