Mientras delegaciones de China y EE. UU. se dan cita en Suiza para retomar conversaciones comerciales, el panorama económico del gigante asiático luce más precario de lo que Pekín admite. La nación enfrenta presiones crecientes derivadas del colapso inmobiliario, la desconfianza ciudadana y una desaceleración agravada por los recientes aranceles norteamericanos. El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, tiene previsto reunirse con He Lifeng, máximo responsable económico chino, en Ginebra, donde abordarán el conflicto arancelario reavivado tras la imposición de un 145% de gravámenes por parte del presidente Trump, dentro de una escalada de represalias comerciales.
Desde el Partido Comunista, Xi Jinping transmite seguridad, llamando a la unidad nacional para resistir la “tormenta comercial”. Sin embargo, la realidad muestra fisuras. A pesar del creciente secretismo en torno a sus indicadores económicos, aún emergen señales visibles de que el modelo chino se resiente. “La economía china está estancada”, afirmó Gordan Chang, experto en China, quien cuestionó el crecimiento oficial del 5,4% del primer trimestre, indicando que los datos reales apuntan a una actividad cercana a cero. Según Chang, los precios al consumidor cayeron en febrero y marzo, confirmando una tendencia deflacionaria difícil de revertir.
Adicionalmente, el retroceso del 3,5% en la recaudación fiscal contrasta con la narrativa oficial de recuperación. Mientras el régimen de Xi restringe el acceso a datos clave como inversión extranjera o desempleo, los expertos advierten que la ley ampliada de secretos de Estado blinda incluso cifras económicas. La cadena CNBC destacó que las empresas extranjeras ven en esta opacidad un riesgo incuantificable para operar en el país. El Consejo Empresarial EE. UU.-China recuerda que revelar información sensible puede costar desde prisión hasta la pena capital.
Pero hay datos imposibles de maquillar. A fines del mes pasado, estallaron protestas laborales en diversas provincias: obreros de sectores como construcción, electrónicos o textiles se manifestaron por salarios no pagados y fábricas cerradas. El Financial Times documentó cómo muchas plantas han reducido turnos o directamente suspendido operaciones por falta de pedidos. “Nuestros contratos de exportación desaparecieron”, relató un trabajador. Este clima de incertidumbre llevó al banco central a anunciar medidas de estímulo, como recortes de tasas de interés y la liberación de 1 billón de yuanes para liquidez bancaria.
China también sufre una burbuja inmobiliaria crónica. Desde el colapso de Evergrande y Country Garden en 2021, el sector ha quedado paralizado: construcciones detenidas, edificios desocupados y desplome de precios. Las autoridades incluso han ordenado demoliciones de proyectos abandonados. Esta industria representa casi un tercio del PIB y sostiene más del 70% de la riqueza de los hogares, además de ser fuente crucial de ingresos fiscales locales. Ahora, esas bases están erosionadas.
El desempleo juvenil añade otra capa de vulnerabilidad. Hoy ronda el 17%, el doble que en EE. UU., y ha sido tan alarmante que el gobierno suspendió su publicación en 2023, reanudándola después con una fórmula modificada que excluye estudiantes. Aun así, el dato evidencia que muchos jóvenes egresan sin encontrar trabajo, debilitando el tejido laboral y social.
Pese a este panorama, Pekín prefiere proyectar firmeza. Chang señala que, aunque los líderes chinos comprenden la magnitud del problema, el diseño autoritario del régimen impide respuestas eficaces. Xi Jinping ha centralizado tanto el poder que cualquier giro hacia EE. UU. podría percibirse como debilidad, una percepción que la cultura de “miànzi” o preservación del honor, no tolera. El líder chino ha reiterado que no teme a una guerra comercial y ha tachado los aranceles de actos de intimidación unilateral. Las autoridades presentan las conversaciones bilaterales como casuales, evitando dar imagen de que China solicita el diálogo.
En palabras del secretario Bessent: “Yo iba a reunirme con los suizos; coincidió que los chinos también estarían allí. Así que hablaremos el fin de semana”. Esta narrativa, sin embargo, encubre una situación delicada: China necesita encontrar vías de estabilización, pero su sistema político limita su capacidad de adaptación frente a una crisis que ya no puede disimular.