Imagen: Europa Press
El pasado miércoles, 16 migrantes, entre ellos 10 bangladesíes y 6 egipcios, llegaron a Albania a bordo de la nave militar italiana Libra. Desorientados, observaron el inusual despliegue de fuerzas de seguridad: 70 miembros de la tripulación y unos 50 funcionarios en tierra. Cada uno de estos migrantes había pagado unos 18.000 euros por su travesía. Al zarpar de Libia, no imaginaron que terminarían en Shengjin, un pequeño destino turístico albanés, en lugar de Italia. Su llegada marcó un hito al inaugurar el primer centro de deportación de la Unión Europea fuera de su territorio, un proyecto cargado de incertidumbres.
La travesía de Libia a Albania: un experimento que puede marcar tendencia
Los migrantes fueron rescatados por la guardia costera italiana el domingo y, tres días después, llegaron a Albania. De los más de 1.000 migrantes que arribaron ese día a Lampedusa, estos 16 fueron desviados a Albania, estrenando un controvertido programa de deportación. A su llegada al puerto de Shengjin, decenas de periodistas aguardaban a distancia, sin poder acceder al recinto.
Los migrantes, vestidos con lo que llevaban puesto, caminaron hasta un centro de primera acogida donde ondeaban las banderas de Italia y la UE, aunque técnicamente ya no estaban en territorio europeo. Según los críticos, el objetivo del Gobierno de Giorgia Meloni es hacer que estos migrantes «desaparezcan» de la vista pública.
Primeros problemas: menores y vulnerables en el grupo de deportados
Inicialmente se preveía que los 16 migrantes serían trasladados al centro de internamiento en Gjadër, a 23 kilómetros del puerto, pero las cosas no salieron como se esperaba. A última hora del miércoles, dos de los migrantes resultaron ser menores y fueron devueltos a Italia. Posteriormente, la prensa italiana informó de que otros dos adultos, considerados extremadamente vulnerables, también fueron enviados de regreso. Esta situación representó un revés para el modelo albanés de Meloni, que comenzaba a mostrar sus primeras lagunas.
Los 12 migrantes restantes fueron finalmente trasladados al centro de Gjadër, un complejo aislado en un pequeño pueblo rural de Albania. El centro está rodeado por vallas de acero de siete metros de altura y equipado con cámaras y sensores de calor. Aunque diseñado para albergar a 400 personas, solo está a medio funcionamiento debido a retrasos en las obras. Las condiciones dentro del centro son estrictas: habitaciones de 12 metros cuadrados con literas para cuatro personas, sin cocina ni comedor. Los internos recibirán comida empaquetada y deberán vestir uniformes negros, en un ambiente que ha sido comparado con una prisión.
Un protocolo exprés con muchas preguntas
El protocolo rápido de petición de asilo, que Italia implementa desde hace año y medio, pretende resolver los casos en 28 días, con la repatriación como desenlace probable. Sin embargo, el sistema ya ha mostrado fallas, como la presencia de menores y personas vulnerables. Además, una reciente sentencia de la UE redujo de 22 a 7 los países considerados «seguros» para la repatriación, dejando fuera a lugares como Bangladés, Egipto, Túnez y Libia, lo que complica la deportación de los migrantes que llegan desde estos países.