Huntington Ingalls Industries (HII), la mayor empresa constructora naval militar de EE.UU., entregó a la Armada los primeros dos submarinos no tripulados Lionfish, iniciando así un contrato que podría abarcar hasta 200 unidades y superar los 347 millones de dólares.
De acuerdo con Naval News, el diseño del Lionfish se basa en la plataforma REMUS 300, desarrollada por HII, que destaca por su arquitectura abierta y modular, permitiendo la adaptación a múltiples perfiles de misión. El programa surge de una alianza entre HII, la Unidad de Innovación de Defensa (DIU) y la Armada, con el objetivo de integrar más rápidamente tecnología comercial avanzada al ámbito militar.
Esta es la primera vez que la Marina logra transicionar con éxito un sistema desarrollado bajo un acuerdo OTA a una fase de producción completa. El Lionfish, además, se convierte en el primer vehículo submarino autónomo naval que cumple con estándares de ciberseguridad.
Duane Fotheringham, presidente del área de sistemas autónomos de HII, destacó que la entrega marca un avance decisivo para el proyecto. Subrayó que la colaboración efectiva entre la industria y el gobierno fue clave para entregar una herramienta esencial contra minas en un marco temporal operacionalmente relevante.
HII recibió el contrato en 2023 y actualmente ensambla las unidades en su planta de Pocasset, Massachusetts. La elección del REMUS 300 como base tecnológica para el Lionfish demuestra la confianza en su capacidad probada en combate y su versatilidad.
El Lionfish está diseñado para misiones clave de guerra naval, como la neutralización de minas, la inteligencia, la vigilancia, el reconocimiento, la guerra antisubmarina y electrónica. Estos sumergibles pueden actuar en solitario o en conjunto con submarinos tripulados, ampliando las capacidades operativas y reduciendo el riesgo humano.
El diseño flexible del Lionfish permite integrar nuevas tecnologías rápidamente, lo que ayuda a mantener su eficacia a largo plazo sin elevar los costos. La flota REMUS, de la que forma parte este nuevo modelo, ha probado su valor en escenarios reales, aportando ventajas estratégicas significativas.
Mientras tanto, desde el ámbito comercial, el presidente Donald Trump anunció el 2 de abril nuevos aranceles “recíprocos” contra múltiples países para combatir la desigualdad comercial. Aunque luego suavizó la medida el 9 de abril, los mercados asiáticos reaccionaron con preocupación, especialmente en Taiwán y Vietnam.
Chen Guoqin, presidente de Xingcai Industry, explicó que su empresa tomó medidas inmediatas para mitigar el impacto: suspendieron envíos, gestionaron despachos urgentes desde Canadá y limitaron la entrada de nuevos pedidos. Su estrategia se basa en una construcción colaborativa de la cadena de suministro entre Taiwán y EE.UU.
Inicialmente, la política incluía un impuesto base del 10% desde el 5 de abril, sumado a tarifas individuales más severas, como 32% a China, 46% a Vietnam y 20% a la Unión Europea. Aunque Trump luego suspendió los aranceles específicos (excepto los de China), el daño a la cadena de suministro ya era evidente.
Tras la represalia de China, EE.UU. aplicó una tarifa del 245%, paralizando casi por completo el comercio bilateral. Vietnam, una base clave para Xingcai, también fue afectada por la tarifa del 46%. Chen relató que recurrieron al T-MEC enviando productos a través de Canadá como solución temporal.
Agregó que, ante la volatilidad, esperan que en tres meses la política cambie, dadas las protestas en EE.UU. y el posible impacto en las elecciones legislativas. Mientras tanto, apuestan por ajustar su logística y responder con flexibilidad.
Chen también propuso que los textiles técnicos de Taiwán, usados en sectores médicos y militares, queden exentos de aranceles y sugirió crear almacenes logísticos en Centroamérica, además de fomentar un intercambio de patentes en materiales innovadores.
Planteó que las importaciones estratégicas podrían usarse como moneda de negociación para aliviar el desequilibrio comercial. Subrayó que la clave es evitar caer en un círculo vicioso y, en su lugar, construir un modelo de innovación compartida entre Taiwán y EE. UU. que genere beneficios mutuos.