En la noche del 8 de mayo de 1945, Wilhelm Keitel, mariscal de campo de la Wehrmacht, firmó la rendición incondicional de Alemania en Berlín. Sin embargo, debido a la diferencia horaria, ya era 9 de mayo en Moscú, lo que estableció dos fechas distintas para conmemorar el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Esta disparidad horaria no solo marcó el curso de la historia, sino que también dio forma a la manera en que se recuerda este acontecimiento en diferentes partes del mundo.
Mientras que en Occidente el 8 de mayo se celebra como el “Día de la Liberación”, para Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y otros países de la antigua Unión Soviética, el 9 de mayo es el “Día de la Victoria”. Esta diferencia de fechas no es simplemente una cuestión de horas, sino que también refleja una lucha interpretativa entre dos visiones: la liberación frente a la ocupación, y una reevaluación histórica frente a la exaltación heroica.
Para los aliados occidentales, la firma de la rendición en Reims el 7 de mayo y en Berlín el 8 de mayo marcó el fin de la guerra en Europa, a las 11:01 p.m., hora local. No obstante, en la Unión Soviética, la capitulación se firmó a la 1:01 a.m. del 9 de mayo, hora moscovita, lo que llevó a Stalin a declarar este día como festivo, resaltando el papel crucial del Ejército Rojo en la derrota del Tercer Reich. La particularidad histórica: Alemania capituló dos veces: primero ante las potencias occidentales y luego bajo la presión de la Unión Soviética.
Desde 1945, estas dos fechas se han convertido en símbolos ideológicos. Mientras que en Alemania Occidental y en los países de la OTAN el 8 de mayo se reconoce como el “Día de la Liberación del Nacionalsocialismo”, en los países socialistas, el 9 de mayo es considerado el “Día de la Victoria”. En la antigua República Federal de Alemania, este día no fue oficializado hasta 1985. En cambio, en los países del bloque soviético, especialmente en Rusia, el 9 de mayo adquirió un significado mucho más profundo. Hoy en día, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, este día se ha convertido en el pilar central de la cultura de la memoria rusa, con desfiles militares, marchas y fuegos artificiales que celebran la victoria sobre el régimen nazi.