Desde que la 101ª División Aerotransportada y el Comando de Material del Ejército (AMC) lanzaron su ambicioso programa de fabricación de drones caseros a comienzos de este año, la iniciativa ha cruzado fronteras. Ahora llega a Europa, concretamente a la 173ª Brigada Aerotransportada con base en Italia, que ha establecido un laboratorio propio para el desarrollo, ensamblaje y entrenamiento con drones FPV (vista en primera persona). El objetivo: esquivar los tradicionales cuellos de botella en adquisiciones militares y dotar a las tropas de herramientas tácticas construidas directamente por ellas.
El laboratorio, fruto de la colaboración entre la brigada y expertos de la 414ª Brigada de Apoyo a la Contratación, utiliza impresión 3D para fabricar fuselajes y componentes críticos. El resto del ensamblaje corre a cargo de soldados y oficiales, quienes aprenden a diseñar, montar y programar drones desde cero. El resultado es una plataforma ligera, económica y funcional, lista para tareas de reconocimiento, ataque o penetración en trincheras.
Estos drones, aunque no alcanzan las prestaciones de los modelos militares estándar (que rondan los 1.000 dólares por unidad), ofrecen una solución ágil y económica. Al ser construidos localmente, los modelos FPV pueden ser desplegados con rapidez, incluso por soldados individuales, adaptándose a situaciones cambiantes en el campo de batalla.
Pero el laboratorio va más allá del ensamblaje físico. Los participantes también adquieren conocimientos en programación de sistemas de vuelo, lo que permite una comprensión integral del dron y una capacidad de adaptación inmediata ante necesidades tácticas. Según el teniente Roberts, miembro del “Grupo de Innovación de Bayoneta” de la brigada, la mayor virtud del programa es romper con el modelo burocrático de adquisición. “El interés y compromiso de los soldados es altísimo”, afirma.
La iniciativa incluye además un curso intensivo de 15 días para familiarizar a los efectivos con los fundamentos teóricos y prácticos del vuelo FPV. Una forma de acelerar el entrenamiento sin depender de terceros ni procesos largos.
La presión por innovar rápidamente viene también del exterior. En marzo pasado, el Instituto de Investigación de Guerra Moderna de West Point alertó sobre el gran esfuerzo de China y Rusia en el desarrollo de microdrones. El informe destacaba la urgencia del ejército estadounidense por dotarse de UAVs consumibles, rápidos de producir y fáciles de desplegar a nivel de escuadrón y pelotón.
En este contexto, la 101ª División Aerotransportada ya lidera un plan de adaptación estructural que incluye la creación de tres batallones especializados en inteligencia, comunicaciones e ingeniería con uso intensivo de drones. Actualmente, la división produce unos diez UAVs de Clase I (menos de 9 kg) por semana. El proceso está distribuido: el Arsenal de Rock Island en Illinois imprime las piezas estructurales, mientras que la integración electrónica se realiza en la Fábrica de Aviones del Ejército en Tobyhana, Pensilvania.
Si esta producción limitada demuestra ser eficiente, el Ejército podría aprobar en los próximos meses su escalado industrial. En ese caso, la impresión 3D sería sustituida por técnicas de moldeo por inyección, mucho más eficientes. Esta evolución permitiría aumentar la producción a 10.000 drones al mes, transformando una solución improvisada en un pilar táctico de la doctrina militar.