En la madrugada del 3 al 4 de marzo, cuando las oficinas diplomáticas europeas aún descansaban, se tomó una decisión crucial. Apenas tres días después del enfrentamiento sin precedentes entre Volodímir Zelenski y Donald Trump en el Despacho Oval, Estados Unidos decidió suspender su apoyo militar a Ucrania. “Estamos pausando y revisando nuestra asistencia para asegurar que contribuya adecuadamente a la búsqueda de una solución”, comunicaron de manera escueta los nuevos equipos en la Casa Blanca.
El apoyo de EEUU es vital
La noticia cayó como un jarro de agua fría tanto en Ucrania como en Europa. Fueron ocho días de incertidumbre hasta que el flujo de ayuda se reanudó, tras una reunión clave en Arabia Saudita entre diplomáticos estadounidenses y ucranianos. Aunque las entregas volvieron a activarse, el episodio dejó al descubierto la creciente fragilidad del respaldo estadounidense, en un momento crítico en el que Ucrania enfrenta una invasión rusa que ya supera los tres años.
“Sería muy, muy difícil”, advirtió Volodímir Zelenski en febrero. “Tendríamos pocas oportunidades de sobrevivir sin la ayuda de Estados Unidos”. Y no es para menos: Washington sigue siendo el principal proveedor de asistencia militar, con más de 64.000 millones de dólares desembolsados desde el inicio del conflicto, según cifras del Instituto Kiel. Una interrupción prolongada en este flujo tendría efectos devastadores para las capacidades defensivas ucranianas.
“La dependencia de la ayuda estadounidense es crítica en varios aspectos”, subraya la exsecretaria general adjunta de la OTAN, Camille Grand. Uno de los elementos más sensibles es la inteligencia militar, considerada vital para las operaciones ucranianas. Reemplazar el acceso a información satelital, electromagnética y estratégica de origen estadounidense por recursos europeos o nacionales sería, según los expertos, extremadamente complejo.
El intercambio de inteligencia ha permitido a Ucrania anticipar los movimientos rusos, identificar objetivos y comprender el panorama del campo de batalla. “La inteligencia estadounidense es la más poderosa del mundo. Sin ella, el ejército ucraniano quedaría medio ciego”, resume el general Nicolas Richoux. Además, el sistema de defensa aérea de Ucrania depende en gran medida de las baterías Patriot suministradas por EE. UU., mientras que los sistemas europeos, como los dos SAMP/T proporcionados por Francia e Italia, no son suficientes para cubrir las necesidades defensivas actuales.
El episodio no solo evidenció la vulnerabilidad ucraniana ante un posible cambio en la política exterior estadounidense, sino también la urgencia de que Europa refuerce su capacidad para sostener a Ucrania en caso de futuras interrupciones.
La inteligencia es la baza más importante
La falta de interceptores amenaza con debilitar gravemente la protección de las infraestructuras críticas ucranianas. Aunque Alemania avanza en la construcción de una fábrica de municiones Patriot, las primeras entregas no se esperan antes de 2027, lo que deja un vacío preocupante a corto plazo. Sin suficientes misiles, Ucrania se vería obligada a priorizar la defensa de áreas clave, dejando otras regiones expuestas a los ataques rusos.
En este contexto, la gran incógnita es si Donald Trump, de regresar a la Casa Blanca, respaldará el mantenimiento del apoyo militar. Hasta ahora, no ha comprometido nuevos fondos para Ucrania, aunque algunos envíos de armas financiados bajo la administración Biden siguen llegando. Sin embargo, este flujo podría verse interrumpido si Trump opta por revertir las políticas de su predecesor, generando aún más incertidumbre en Kiev.
Además de la asistencia militar, Ucrania depende de tecnologías civiles estratégicas como la red satelital Starlink, propiedad de Elon Musk. Musk llegó a amenazar con cortar el servicio, aunque posteriormente se retractó, dejando claro lo delicado de esta dependencia. Mientras tanto, Europa, consciente de los riesgos, ha aprobado un ambicioso plan de rearmamento valorado en 800.000 millones de euros. Ahora, la tarea prioritaria para las potencias europeas es reforzar sus capacidades para cubrir un posible vacío si el respaldo estadounidense disminuye.