Cuando una potencia como China multiplica sus compras de oro, no se trata únicamente de proteger su economía: es una declaración velada contra el sistema financiero dominado por el dólar. Amr Wahib, especialista en finanzas internacionales, explicó a Al-Nahar que Estados Unidos se encuentra en una encrucijada crítica. Con una deuda pública que ha alcanzado los 36 billones de dólares en 2024 y la implementación de aranceles agresivos —de hasta un 125%— por parte del expresidente Donald Trump, el escenario está preparado para un reordenamiento global. Pekín, lejos de sorprenderse, ya había anticipado este panorama hace más de dos años, reforzando sus reservas en oro como escudo frente a la volatilidad.
No es solo China quien ha optado por este resguardo dorado. Bancos centrales en Europa y Asia también han aumentado sus reservas, como señal de que el mundo se prepara para una transformación profunda en el equilibrio económico y financiero.
Una acumulación que marca tendencia
El Banco Popular de China (PBOC) informó que, en marzo, sus reservas de oro alcanzaron los 73,7 millones de onzas troy. Esta cifra representa el quinto incremento mensual consecutivo, tras reportes de 73,61 millones en febrero y 72,96 millones en noviembre del año anterior. En términos monetarios, estas reservas crecieron hasta los 208.640 millones de dólares a finales de febrero, según el mismo organismo.
A la par, Pekín ha redoblado sus esfuerzos en la exploración aurífera. Un hallazgo reciente en la mina Wangguo, en la provincia de Pingjiang, reveló más de 40 vetas profundas y una riqueza estimada en más de 82 mil millones de dólares. Además, se ha flexibilizado el marco para que las aseguradoras puedan invertir en oro hasta el 1% de sus activos, lo que podría inyectar más de 27 mil millones de dólares al mercado del metal precioso.
Entre precaución y estrategia geopolítica
El creciente interés por el oro, explica Wahib, responde a una combinación de factores. Por un lado, la guerra comercial ha obligado a China —tradicionalmente dependiente de la liquidez para sostener su industria— a protegerse ante sanciones y congelamientos financieros. Por otro, está la intención de desvincularse progresivamente del dólar y consolidar un yuan respaldado por activos sólidos. En este contexto, el oro se convierte no solo en refugio, sino también en herramienta de legitimidad monetaria internacional.
Un tercer motivo es más estructural y ambicioso: la posibilidad de instaurar un nuevo sistema financiero global donde China no solo participe, sino que juegue un rol central. Para ello, debe presentar un respaldo tangible al yuan, similar al que alguna vez tuvo el dólar, y conquistar la confianza global.
¿Preparativos para un conflicto en el Pacífico?
Hani Sobhi, analista político y financiero, ofrece una lectura aún más inquietante. Según él, China se está preparando activamente para una eventual invasión de Taiwán. No es casual que, en la última década, haya invertido más de 50 mil millones de dólares en la construcción de una ciudad militar colosal —diez veces mayor que el Pentágono—. Esta base es actualmente la más grande del planeta.
Taiwán, principal exportador de semiconductores a Estados Unidos, es clave para la economía global, con una producción valorada en más de 150 mil millones de dólares. Una ofensiva en la isla implicaría un colapso en la cadena de suministros tecnológicos y consecuencias económicas a escala planetaria, aún más devastadoras en un contexto post-pandemia y con conflictos latentes en Europa y Medio Oriente. Así, mientras China enfrenta una burbuja inmobiliaria y desafíos internos, sus inversiones en oro y defensa indican que se está preparando para algo mucho más trascendental: una reconfiguración del tablero mundial.