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14 May 2025
14 May 2025
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Siria al borde del colapso: Israel y Turquía impulsan un plan para fragmentar el país desde dentro

La reciente ola de violencia sectaria en Siria, lejos de ser un conflicto interno espontáneo, responde a una compleja maniobra geopolítica con participación directa de Israel para redibujar el mapa regional. La estrategia avanza sembrando enfrentamientos étnicos que promueven la fragmentación del país y erosionan toda posibilidad de unidad nacional

A fines de abril, Siria volvió a hundirse en el abismo del conflicto sectario. Estallaron enfrentamientos entre milicias drusas y fuerzas suníes extremistas asociadas al nuevo gobierno de Ahmad Al-Golani en Suwayda y Damasco, dejando más de 100 muertos. La violencia, lejos de ser espontánea, parece responder a un diseño geopolítico planificado.

El conflicto sectario ha sido instrumentalizado por actores externos, especialmente Israel, que desde el estallido de la guerra en Gaza ha redoblado sus esfuerzos para desmantelar Siria como Estado funcional. El 29 de abril, mientras las calles ardían, el ministro israelí Bezalel Smotrich declaró sin ambages que la meta de su país es desintegrar Siria, destruir Hizbulá, eliminar a Hamás y forzar el éxodo de los gazatíes.

La caída de Bashar al-Assad y su reemplazo por Golani, exlíder de Al Qaeda en Siria, fue el resultado de una ofensiva orquestada por HTS con respaldo turco, aprovechando el vacío de poder tras el asesinato de Hassan Nasrallah y la firma del alto el fuego entre Israel y Líbano. Netanyahu reconoció que Israel impidió la llegada de apoyo iraní a Assad: “Lo destruimos”, sentenció.

Con Assad fuera del poder, se inició una nueva fase: la fragmentación interna. A pesar de haber apoyado a Golani, Israel pronto viró su estrategia y comenzó a fomentar levantamientos contra su propio protegido, promoviendo enclaves étnicos divididos e ingobernables. En paralelo, instó a Estados Unidos a apoyar una “Siria descentralizada”, mientras entregaba un “libro blanco” en el que advertía que no toleraría la presencia de HTS cerca de sus fronteras.

El detonante más reciente fue un audio viral atribuido a un líder druso que ofendía al islam, lo que desató una oleada de violencia sectaria. Milicias suníes atacaron zonas drusas, provocando masacres, entre ellas el asesinato de más de 1.600 alauitas. Israel respondió con ataques aéreos que alegaban proteger a los drusos, pese a su historial de apoyo a HTS.

Este aparente cambio de postura no busca estabilidad, sino profundizar la descomposición siria mediante un conflicto sectario prolongado y controlado. La creación de un “Corredor de David” —una franja kurdo-drusa bajo influencia israelí que conecte con la base de Al-Tanf— apunta a romper la continuidad territorial del eje Teherán-Beirut.

Turquía coordina esta estrategia con Israel, reservándose el control de las regiones suníes más densamente pobladas. En este nuevo mapa, Siria dejaría de existir como nación unificada, convirtiéndose en un mosaico de zonas de influencia extranjeras, enfrentadas y debilitadas.

Nada de esto es nuevo. En 2014, el caos del ISIS fue aprovechado para vender petróleo kurdo a Israel. Hoy, como entonces, la doctrina israelí sigue intacta: no vencer por la fuerza, sino dejando que sus enemigos se destruyan entre sí. Un residente alauita en Damasco lo resumió con amargura: “Israel sigue ganando sin disparar una bala. Solo tiene que esperar a que nos matemos entre nosotros”.

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