Las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) son un grupo islamista radical asociado al estado islámico que, bajo el pretexto de establecer un califato en Uganda, han trasladado sus actividades violentas a la República Democrática del Congo (RDC), cerca de la ciudad de Beni, debido a la fuerte resistencia en Uganda. En esta región se llevan a cabo casi todos sus ataques.
El miércoles pasado, las ADF asesinaron a 25 personas en la localidad de Maikengo: niños, mujeres, ancianos y hombres que sustentan a sus familias. Los terroristas prefieren la cobardía de la noche para entrar en las aldeas, incendiar casas, matar indiscriminadamente, violar y robar las cosechas, pronunciando el nombre de Dios mientras cometen estos actos atroces. Estas acciones han sido una constante desde 1996, sembrando terror durante casi treinta años sin que la opinión pública occidental lo note.
Para miles de personas, las ADF son una pesadilla diaria. La distancia entre la tragedia en Ituri y la percepción pública en Occidente se acorta y se alarga según las circunstancias. Las vidas perdidas lejos de la mirada internacional a menudo se consideran menos importantes, aunque el dolor y la pérdida sean universales. Los números inexactos que aparecen en las noticias deshumanizan a aquellos que no se cuentan, aunque también fueron enterrados.
Leon Kakule Siviwe, líder del distrito de Beni-Mbau, expresó su desesperación ante la situación, indicando que la población local está «cansada de enterrar civiles cada día.» La violencia ha llevado a un aumento en las solicitudes de intervención urgente por parte del gobierno congoleño para restaurar la paz y seguridad en la región.
Este es un ejemplo de cómo el terrorismo islamista solo parece importar cuando afecta directamente a Occidente. En las últimas dos semanas, más de 100 civiles han sido asesinados por las ADF sin que el mundo parpadee. Las cifras vagas y esporádicas en las pantallas de los teléfonos incluso arrebatan la existencia de quienes no fueron incluidos en la cuenta.
La lealtad de las ADF al Estado Islámico ha internacionalizado el conflicto de la misma manera, con acusaciones de que las ADF no solo masacran a civiles congoleños, sino que también llevan a cabo ataques en el vecino Uganda. Esta situación ha complicado aún más la respuesta militar y humanitaria, atrayendo la atención de la comunidad internacional hacia la región, aunque todavía de forma muy vaga.