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Bayrou, conocido por su talante dialogante y su habilidad política, se enfrentará al desafío de evitar nuevas mayorías opositoras que puedan bloquear su gestión o incluso provocar su caída. Su papel será clave para aprobar una nueva ley de presupuestos y evitar que Francia se hunda aún más en la parálisis política.
El desayuno decisivo en el Palacio del Elíseo
La mañana del nombramiento estuvo marcada por el suspense. A las 8:30, Bayrou llegó al Palacio del Elíseo para reunirse con Macron. Aunque el anuncio oficial aún no se había realizado, todo apuntaba a que sería el elegido para liderar el nuevo Ejecutivo. En Matignon, mientras se ultimaban los preparativos para el traspaso de poderes, la noticia comenzó a tomar forma.
El perfil del político, que representa una «tercera vía» entre derecha e izquierda, parece ideal para un momento en que el Gobierno necesita ampliar su base de apoyo. Sin embargo, su misión no será sencilla: deberá navegar un terreno político plagado de divisiones y enfrentamientos.
Un récord de inestabilidad
Este nombramiento marca un hito en la política francesa, con cuatro primeros ministros en un solo año, un récord que rivaliza con las crisis gubernamentales de países como Italia. El mandato de su predecesor, Michel Barnier, duró apenas tres meses, tras ser destituido por una moción de censura relacionada con la aprobación de los presupuestos.
La falta de mayorías claras en el Parlamento ha dejado al Ejecutivo en una situación de fragilidad extrema. Tras las elecciones legislativas, la coalición presidencial no logró consolidar el apoyo necesario, quedando a merced de la ultraderecha y los partidos de izquierda, liderados por La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon.
Ruptura en la izquierda y negociaciones con Macron
Uno de los efectos colaterales de la crisis ha sido la ruptura del Nuevo Frente Popular, la coalición de izquierdas que unió a socialistas, ecologistas, comunistas y LFI en las pasadas elecciones. Ante la negativa de Mélenchon a buscar acuerdos, los socialistas y ecologistas han comenzado a negociar directamente con Macron, comprometiéndose incluso a no apoyar futuras mociones de censura si el nuevo Gobierno evita el polémico artículo 49.3 para legislar por decreto.
Esta fractura en la izquierda ha dado un respiro a Macron, pero la estabilidad sigue siendo incierta. La ultraderecha de Marine Le Pen también buscará aprovechar cualquier oportunidad para desestabilizar al Ejecutivo, especialmente con la fecha límite del 30 de marzo en mente, cuando Le Pen podría ser inhabilitada para presentarse a las próximas elecciones presidenciales.
Macron, debilitado en el escenario internacional
La debilidad política de Macron también se refleja en su proyección internacional. Su reciente visita a Polonia tuvo que ser recortada para atender los problemas internos del país, y su imagen en eventos como la inauguración de Notre Dame quedó empañada por la falta de un primer ministro estable y un Gobierno funcional.
El panorama actual es un reflejo del Parlamento fragmentado que dejaron las últimas elecciones legislativas. Ningún bloque alcanzó la mayoría absoluta: la coalición presidencial logró 168 escaños, frente a los 182 del Nuevo Frente Popular y los 143 del ultraderechista Reagrupamiento Nacional. Esto ha convertido al partido de Le Pen en un árbitro clave en un Parlamento profundamente dividido.