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Israel movilizó 100 aviones para bombardear lanzaderas de Hezbollah en el Líbano. Aunque la acción aérea tenía como objetivo neutralizar las amenazas antes de que los cohetes alcanzaran Tel Aviv, para los vecinos del norte del país, la respuesta ha generado más irritación que alivio. Llevan casi 11 meses soportando los efectos de una guerra de baja intensidad, que dejó su barrio cubierto de cristales rotos y señales de metralla tras el impacto de cohetes interceptados por la madrugada.
Desconexión entre el norte y el centro del país
Acre, con sus 50c000 habitantes, no fue evacuada durante la reciente escalada de violencia, al encontrarse fuera de la franja fronteriza más cercana al país vecino. Sin embargo, la ciudad, conocida por su legado histórico y turístico, ha sido escenario de una creciente tensión entre sus residentes, que viven vidas paralelas sin mucho contacto entre las comunidades judía y palestina. Este malestar se ha intensificado con la percepción de que la región norte es desatendida en comparación con Tel Aviv, vista como un símbolo del privilegio asquenazí.
El primer ministro Benjamín Netanyahu, que ha resurgido en popularidad recientemente, ha causado indignación en la periferia al nombrar la operación militar como «Paz para Tel Aviv», evocando la invasión del Líbano en 1982. Para los líderes regionales del norte, este nombre simboliza la desconexión del gobierno con las preocupaciones de cientos de miles de ciudadanos que han vivido bajo el constante asedio de los cohetes sin una respuesta contundente.
Llamada a una «guerra total»
Los residentes del norte de Israel ya no ven una solución en los esfuerzos diplomáticos para calmar las tensiones con Hezbollah. «Una guerra total» es la única salida que consideran viable, incluso si esto significa un conflicto abierto con consecuencias impredecibles para toda la región.
Vida cotidiana en medio del conflicto
Gershon Maté, un inmigrante de la India que se estableció en Acre en 2014, nunca imaginó enfrentarse a una situación de guerra como la actual. Durante el reciente ataque, él y su familia apenas lograron llegar al refugio antes de que un cohete impactara cerca de su hogar. Con la casa dañada y su familia sacudida por el miedo, Maté se prepara para pasar la noche en un hotel, junto a otros residentes del edificio. Aunque reconoce que el gobierno no ha utilizado toda su fuerza, también es consciente de que no hay un lugar en Israel donde puedan estar completamente a salvo de los cohetes.
Esta es la realidad que enfrentan miles de residentes en el norte de Israel, atrapados entre la amenaza constante y un gobierno que, a sus ojos, no ha respondido con la urgencia necesaria.