En respuesta a la instrucción del presidente chino Xi Jinping de preparar al Ejército Popular de Liberación para una eventual ofensiva sobre Taiwán en 2027, los altos mandos taiwaneses han comenzado a rediseñar con urgencia su arquitectura defensiva. El Wall Street Journal informó que Taipéi busca resistir lo suficiente como para dar tiempo a que Estados Unidos acuda en su auxilio.
El replanteamiento estratégico pasa por abandonar doctrinas tradicionales y transitar hacia un modelo de defensa asimétrica, conocido como la “estrategia del puercoespín”. Esta nueva visión pretende disuadir a Pekín mediante un sistema capaz de infligir graves daños ante cualquier incursión. En caso de que la disuasión fracase, la prioridad es contener al enemigo el mayor tiempo posible hasta recibir refuerzos de Washington.
El contralmirante retirado Mark Montgomery, hoy director de seguridad del think tank FDD, explicó que Taiwán trabaja simultáneamente en reformas políticas, adquisición de armamento y refuerzo del personal militar. Sin embargo, advirtió que completar esta transición tomará entre cinco y seis años, por lo que urge avanzar sin dilación.
Actualmente, la isla utiliza una combinación de radares, defensa aérea, misiles antibuque, minas navales, drones y armamento portátil para contrarrestar una posible agresión china. Aunque algunos analistas sostienen que China aún no está en condiciones de ejecutar con éxito una invasión a gran escala, los ejercicios militares recientes del EPL ,que simulan un cerco naval de Taiwán, despiertan preocupación por su posible función como ensayo para un asalto real.
El expresidente estadounidense Donald Trump subrayó que Taiwán debía robustecer sus defensas para justificar un eventual respaldo militar de EE. UU. En respuesta, el actual mandatario taiwanés, Lai Ching-te, ha puesto en marcha un plan de modernización militar con el objetivo de asegurar dicha colaboración internacional. El Ministerio de Defensa Nacional de Taiwán insiste, no obstante, en que su estrategia se basa en la autosuficiencia, con la asistencia extranjera como complemento.
La columna vertebral de este nuevo planteamiento será una defensa costera en varias capas para dificultar un desembarco anfibio. Se prevé una importante expansión del arsenal y de las capacidades humanas necesarias para operarlo. En este contexto, la Armada está constituyendo un comando litoral, lo que revela una reorientación de la supremacía marítima a la defensa insular pura. La “estrategia del puercoespín” se basa en dispersar focos de resistencia por todo el territorio con el fin de desgastar al enemigo.
El ministro de Defensa, Koo Li-hsiung, expresó en un documento oficial publicado en marzo que Taiwán aplicará tácticas asimétricas para desalentar las ambiciones de China. A su juicio, el coste humano, económico y político de invadir la isla debe volverse inasumible para Pekín.
Según Alessio Patalano, especialista en estrategia del King’s College de Londres, dotar a Taiwán de armamento económico, ágil y eficaz será clave para repeler cualquier intento de anexión. En esta línea, el modelo ucraniano ha inspirado varias decisiones, como la inversión en más de 3.200 drones nacionales para los próximos cinco años. El ejército incluso ha creado una academia para entrenar a sus soldados en la fabricación y uso de estos dispositivos.
Sin embargo, la experiencia de Ucrania también advierte que el suministro de municiones puede agotarse rápidamente. Si China logra rodear Taiwán, las características geográficas de la isla dificultarían la llegada de ayuda militar desde el exterior.
A pesar del impulso reformista, hay serias dificultades. Koo, como civil, se enfrenta a un ejército históricamente centrado en el combate convencional y reacio al cambio. A esto se suma la presión estadounidense: Trump y otros funcionarios insisten en que Taiwán debería destinar hasta el 10 % de su PIB a la defensa, una exigencia prácticamente inviable. El presidente Lai ha propuesto elevar ese gasto al 3 %, pero la medida fue boicoteada por la oposición en el parlamento.
La adquisición de armamento ligero y económico para conflictos asimétricos también complica el cumplimiento de metas presupuestarias. Además, Taiwán sufre una preocupante escasez de tropas, lo que agrava los desafíos de implementación. Para Patalano, el éxito de esta estrategia no dependerá tanto del hardware como de la determinación del pueblo taiwanés y su clase dirigente. Sin una voluntad política y social clara de resistir, ni el arsenal más moderno bastará para frenar a una superpotencia decidida a tomar la isla por la fuerza.