La jefa de la policía de Berlín, Barbara Slowik, ha lanzado una advertencia preocupante que subraya los desafíos de seguridad en la capital alemana. En una entrevista con el diario Berliner Zeitung, Slowik aconsejó a judíos y homosexuales que extremen la precaución al caminar por ciertas calles de Berlín. Aunque enfatizó que no existen «zonas prohibidas» en la ciudad, reconoció que «hay lugares donde recomiendo a las personas que llevan kipá o que son abiertamente gays o lesbianas que tengan cuidado».
Antisemitismo y homofobia crecen en Alemania
Barbara Slowik, jefa de la policía de Berlín, evitó nombrar barrios específicos en su advertencia para no “difamar” a ciertos grupos de personas. Sin embargo, precisó que, lamentablemente, hay zonas de la ciudad donde vive una mayoría de personas de origen árabe que simpatizan con grupos terroristas abiertamente antisemitas, y que por lo tanto deben ser evitadas.
Los judíos en Berlín han estado informando desde hace tiempo que ya no se sienten seguros en la ciudad. Algunos han optado por no hablar hebreo en la calle, mientras que otros evitan llevar consigo símbolos visibles de su identidad, como la cruz de David o la kipá. Este temor está respaldado por cifras que confirman la tendencia. Desde el 7 de octubre de 2023, tras el ataque terrorista de Hamás, los actos antisemitas han aumentado considerablemente, con más de 6.500 investigaciones abiertas.
La mayoría de estas investigaciones están relacionadas con mensajes de odio en internet, daños a la propiedad y delitos de propaganda. Además, 1.300 de ellas se refieren a violencia física, en su mayoría agresiones contra la policía encargada de vigilar las manifestaciones. Según el Centro de Investigación e Información sobre el Antisemitismo (RIAS), que recopila y analiza denuncias de incidentes antisemitas, en mayo de 2023 ya se habían reportado 1.270 casos, lo que representa un aumento del 50 % respecto al año anterior. Casi dos tercios de estos incidentes ocurrieron después del 7 de octubre.
El conflicto Israel-Hamás acrecenta los problemas de seguridad ciudadana en Berlín
En Berlín, cada semana trae su cuota de incidentes. El pasado fin de semana, el gigantesco monumento de Ernst-Thälmann, en el moderno barrio de Prenzlauer Berg, fue cubierto con pintadas propalestinas y antisemitas. «¡Liberen a Gaza!» se leía bajo el busto del ex presidente del Partido Comunista Alemán, quien fue asesinado en 1944 en el campo de concentración de Buchenwald. El mismo fin de semana, en el distrito de Kreuzberg, la fachada de la iglesia evangélica de Santa Marta fue manchada con grafitis que decían «Palestina libre» y «FCK Juden».
En el barrio de Neukölln, donde jóvenes de moda de todo el mundo se codean con una población con una gran mayoría árabe y palestina, el dueño de un restaurante israelí es consciente de que un incidente puede ocurrir en cualquier momento. «Mi restaurante», dice, «está a dos cuadras del Sonnenallee, apodado la Gaza de Berlín, y desde que me mudé aquí, he estado en guardia. Es un milagro que aún no haya pasado nada. Ni un solo grafiti, ni una sola amenaza.»
Tras la violencia en Ámsterdam, la policía estará en alerta el jueves 28 de noviembre en Berlín. Fue ese día cuando el equipo de baloncesto Maccabi de Tel Aviv se enfrentó al Alba-Berlín en el Estadio Arena para un partido de la liga europea. En febrero, una reunión entre israelíes y alemanes se llevó a cabo sin problemas. Pero esta vez, la policía teme incidentes y ha reforzado su presencia. En Instagram, algunos, afirmando que «no quieren equipos deportivos israelíes aquí», exigen que el club berlinés Alba cancele el partido.
Colectivo LGTBI en el punto de mira
En esta capital de la vida nocturna, conocida por sus clubes gay, la preocupación se está extendiendo entre la comunidad LGBT en algunos barrios donde no se recomienda tomarse de la mano o besarse en la calle. Hace un año, Martin Hikel, el alcalde socialdemócrata del distrito de Neukölln, informó sobre un alarmante aumento de la violencia contra los homosexuales. Señaló que la mayoría de los atacantes eran inmigrantes de origen musulmán.
El año pasado, fue el club Die Busche, un reconocido club gay y lésbico con 40 años de historia, el que dio la voz de alarma. Su propietaria, que veía amenazada la supervivencia de su club debido a la instalación de un centro de refugiados con capacidad para 650 personas en la acera de enfrente, escribió una carta abierta al alcalde de Berlín. «En los últimos meses», escribió, «el número de crímenes cometidos contra personas homosexuales ha aumentado enormemente. La mayoría de los infractores son inmigrantes de origen musulmán. Este centro de acogida hará que estos casos exploten.» A lo que los servicios sociales de Berlín respondieron que querían mantener este lugar fuera de «deber humanitario.»
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