Soldados de MONUSCO en vehículos armados patrullando las calles de Goma // MONUSCO/Sylvain Liechti
El conflicto que arde en el este de la República Democrática del Congo (RDC) ha atraído la atención internacional no solo por la magnitud de la violencia y la crisis humanitaria, sino también por los intereses estratégicos y económicos en juego.
La mencionada región ha sido durante estos últimos meses el escenario de intensos enfrentamientos entre el ejército congoleño y el grupo rebelde M23, que cuenta con el respaldo de Ruanda. Este grupo alega defender los derechos de la minoría banyamulenge, pero las autoridades congoleñas, respaldadas por algunos analistas, señalan que la verdadera intención del Estado ruandés es explotar los recursos minerales de la región en su beneficio.
Intervención internacional
Sumado a esto, la injerencia de actores internacionales ha sido un factor constante de gran importancia en el conflicto congoleño. Aparte de Ruanda, otros países vecinos como Uganda han sido acusados de apoyar a varios grupos armados para acceder a los valiosos recursos minerales del Congo, entre los que destacan el oro, el coltán y los diamantes. Esta intervención no solo ha generado una mayor presión en el conflicto, sino que también permite la financiación de las actividades de estos grupos a través del comercio ilegal de minerales.
La ONU, por su lado, ha condenado las últimas ofensivas del M23 y en 1999 desplegó la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO), la cual sigue activa, pero con una efectividad limitada.
Sin embargo, desde el Congo y sus aliados se ha señalado que la organización actúa con tolerancia e incluso permisividad hacia el grupo armado. Esto ha motivado que Sudáfrica despliegue tropas en el este de la RDC para apoyar al ejército congoleño en su lucha contra el M23. Esta intervención forma parte de un plan más amplio con el objetivo de estabilizar la región.