Habemus papam. Un nuevo Papa ha sido elegido: Robert Francis Prevost, un estadounidense de 69 años, será el encargado de liderar la Iglesia Católica tras apenas 24 horas de cónclave en la Capilla Sixtina. Adoptará el nombre de León XIV. Sin embargo, surge la pregunta: ¿será este hombre la solución a los enormes desafíos que enfrenta la Iglesia? El pontificado de Francisco, lleno de reformas, dejó muchos cabos sueltos, y las tareas pendientes son abrumadoras.
Francisco fue un reformador moderado, sin grandes rupturas, aunque sí impulsó cambios que alteraron el rumbo de la Iglesia. Los debates entre tradicionalistas y reformistas marcaron el cónclave, y el cardenal Giovanni Battista Re, al inaugurar la misa, recordó al nuevo Papa que la principal misión será mantener la unidad en la diversidad. Francisco también introdujo reformas estructurales, transformando la Curia y dándole mayor poder a los laicos, permitiéndoles liderar sectores importantes dentro del Vaticano. A su vez, impulsó un intercambio espiritual entre clérigos y laicos en los sínodos, pero muchos tradicionalistas rechazan esta apertura y defienden una estructura jerárquica más rígida.
Un avance significativo fue la inclusión de mujeres en roles de liderazgo dentro del Vaticano, con Sor Simona Brambilla siendo la primera en dirigir un departamento. A pesar de esto, la cuestión de la ordenación de mujeres como diáconos quedó en el aire, lo que sigue generando tensiones. Mientras algunos esperan avances, otros temen que este paso sea un peligro para la tradición. La postura de Francisco sobre la bendición de uniones homosexuales fuera de la Iglesia fue un paso hacia la apertura, pero no llegó a satisfacer a todos. En países occidentales se exige mayor progreso, mientras que los tradicionalistas lo consideran un ataque a la fe, y la Iglesia en África rechaza totalmente la bendición.
La falta de vocaciones en Europa y Estados Unidos es otro de los graves problemas. La posible relajación del celibato, que permitiría a hombres casados acceder al sacerdocio, se considera una solución ante la crisis, pero esto genera controversia y división dentro de la Iglesia. Francisco también promovió medidas contra el abuso sexual, levantando el secreto papal y obligando a la Iglesia a colaborar con las autoridades judiciales. Sin embargo, las víctimas exigen mayor firmeza, ya que aún no se ha realizado una investigación exhaustiva y las denuncias continúan.
La figura del Papa como actor diplomático también ha sido clave en los últimos tiempos. La reciente reunión entre Donald Trump y Volodymyr Zelensky en el Vaticano durante el funeral de Francisco destaca cómo la Iglesia Católica puede influir en la política global. El próximo Papa deberá encontrar su propia voz y perfil, especialmente en un mundo que busca respuestas espirituales y morales. Finalmente, el Vaticano enfrenta serias dificultades económicas, con un déficit anual de unos 80 millones de euros. El nuevo Papa será clave en la implementación de un enfoque más austero, mientras se exige una mayor transparencia en las finanzas del Vaticano