El pasado 15 de mayo, el presidente ruso Vladimir Putin cesó al general Oleg Salyukov como comandante de las fuerzas terrestres, un cargo clave que ocupaba desde hace años. Salyukov, de 69 años, también actúa como número dos del jefe del Estado Mayor, Valery Gerasimov, y su salida ocurre en un momento de fuerte presión militar para Moscú. Mientras los rumores giraban en torno a un posible viaje de Putin a Estambul para debatir un alto el fuego con su homólogo ucraniano Volodymyr Zelensky, el Kremlin optó por una señal de reajuste interno.
Este tipo de movimientos en la cúpula militar no se hacen al margen de lo que sucede en el frente. La destitución coincide con un periodo de fuertes pérdidas humanas para Rusia en el conflicto. Solo en los primeros meses de 2024, Moscú ha registrado aproximadamente 45.000 bajas, más que en todo 2022 o 2023, según datos recopilados por la BBC. Sin avances significativos sobre el terreno, el costo humano ha comenzado a erosionar la narrativa de progreso que intenta sostener el gobierno.
Salyukov, que ha encabezado las conmemoraciones del Día de la Victoria durante más de una década, estuvo a cargo del desfile de este mes en honor al 80 aniversario de la derrota del nazismo. Ese acto puede haber sido su última aparición pública relevante antes de ser reubicado. Ahora ocupará un puesto en el Consejo de Seguridad de Rusia, como secretario adjunto bajo las órdenes de Sergei Shoigu, el exministro de Defensa. Aunque el cambio podría justificarse por su edad ,al borde del límite legal de 70 años para generales en Rusia, es evidente que el pobre desempeño militar influye en la decisión.
El centro de atención se desplaza ahora a su reemplazo: el general Andréi Mordvichev, de 49 años. Mordvichev dirigió el asedio de Mariúpol en 2022 y ha estado al mando de las fuerzas en el Distrito Militar Central, así como del Grupo de Fuerzas del Centro, responsables de la ofensiva en torno a Pokrovsk. Su trayectoria reciente incluye la captura de Avdivka, por lo que recibió la distinción de Héroe de Rusia. Según el analista John Hardy, de la Fundación para la Defensa de las Democracias, el Kremlin espera que Mordvichev traduzca esa experiencia en una victoria que cambie el equilibrio negociador.
Esa necesidad es cada vez más urgente. Con Donald Trump presionando por negociaciones de paz desde EE. UU., Moscú necesita demostrar control territorial tangible antes de sentarse a la mesa. Incluso el escéptico vicepresidente estadounidense JD Vance ha reconocido que las exigencias rusas son excesivas para lo que han logrado en los últimos años.
Pero lo cierto es que, como señala Michael Kimmage desde el Wilson Center en Foreign Policy, la maquinaria bélica rusa no está consiguiendo resultados estratégicos duraderos. A finales de 2025, se estima que Rusia habrá sufrido más de un millón de bajas sin haber mejorado su posición respecto a 2022, cuando controlaba aproximadamente un 30 % del territorio ucraniano. Hoy, esa cifra ronda el 20 %, pese a meses de ofensivas sangrientas.
Avdivka cayó tras siete meses de asedio y en un momento en que la ayuda estadounidense a Ucrania estaba bloqueada por el Congreso. En cambio, la ofensiva sobre Pokrovsk, iniciada en julio de 2024, ya acumula diez meses de lentos avances y se enfrenta a una Ucrania más preparada, especialmente en drones y defensa móvil.
El Instituto para el Estudio de la Guerra cita a analistas rusos que ven el ascenso de Mordvichev como un espaldarazo de Putin a su estilo ofensivo: ataques de infantería masivos con altos niveles de desgaste. El Kremlin parece convencido de que su capacidad industrial y su control del discurso público pueden sostener una guerra prolongada, siempre que haya avances simbólicos que vender.
Mordvichev enfrenta, sin embargo, un reto colosal. No solo debe revertir el estancamiento operativo, sino también demostrar que su enfoque puede generar resultados estratégicos sostenibles. En el horizonte aparece incluso una posible sucesión: hay rumores de que Putin lo considera como eventual reemplazo de Gerasimov. Si logra mostrar resultados donde otros han fallado, podría convertirse en el nuevo rostro de la cúpula militar rusa.