Con una guerra que se aproxima a su posible final, el conflicto en Ucrania da paso a una nueva fase geopolítica. El expresidente estadounidense Donald Trump intensifica sus exigencias, mientras Moscú, agotado tras años de enfrentamientos, redirige su foco estratégico hacia el norte de su territorio, especialmente en la frontera con Finlandia, nuevo miembro de la OTAN.
Europa observa con inquietud el renovado despliegue ruso. En Petrozavodsk, a tan solo 100 km de Finlandia, ingenieros militares amplían instalaciones que, según fuentes de inteligencia occidental citadas por The Wall Street Journal, podrían albergar a decenas de miles de soldados en el futuro. Para Moscú, esta región se ha convertido en un frente clave tras el desgaste sufrido en Ucrania. Ruslan Pukhov, director de un centro de estudios estratégicos en Moscú, advierte: “Cuando regresen del frente, verán como enemigo a quien esté al otro lado de esa frontera”.
Desde el Kremlin, Vladimir Putin ha ordenado incrementar el número de efectivos hasta los 1,5 millones, frente al millón previo a la invasión de 2022. Este aumento va acompañado de un gasto en defensa equivalente al 6 % del PIB, el doble que antes de la guerra. En comparación, Estados Unidos destina un 3,4 %, y los países de la Unión Europea apenas un 2,1 % en promedio. Aunque muchos miembros de la OTAN se comprometieron a alcanzar el 2 %, siguen lejos de cumplirlo.
La inversión militar ha acelerado la producción armamentística. Mientras que en 2021 se fabricaban unos 40 tanques T-90M al año, ahora la cifra ronda los 300. Muchos de estos tanques no han sido enviados al frente ucraniano, sino que se mantienen dentro del territorio ruso como posible reserva estratégica. Además, se ha registrado un aumento del 20 % en la producción de artillería y municiones, así como avances significativos en tecnología de drones, con apoyo iraní y fabricación en la planta de Yelabuga, en Tartaristán.
NEW: Russia is building new military headquarters in Petrozavodsk, near Finland.
— Clash Report (@clashreport) April 28, 2025
Around 40 x Su-27 jets have remained stationary at the base since 2016 — their operational status is unclear. pic.twitter.com/hSE5szL628
El esfuerzo logístico ruso también se ha intensificado. Las autoridades han comenzado a construir nuevos campos de entrenamiento, depósitos de armas y líneas ferroviarias, especialmente en el noroeste del país. En diciembre, la televisión estatal mostró a una brigada ferroviaria desfilando en Petrozavodsk tras la reactivación de una unidad de la era soviética.
Este dinamismo se alimenta de una agresiva campaña de reclutamiento. Los pagos por alistarse pueden superar los 20.000 dólares, una suma muy superior al salario medio anual en Rusia. El Banco de Finlandia, que sigue de cerca la economía rusa, ha confirmado el aumento de estos incentivos. Incluso en Moscú —originalmente excluida del reclutamiento forzoso— la captación se ha intensificado.
Durante el verano de 2024, el número de nuevos alistamientos mensuales era de 25.000; hoy se sitúa entre 30.000 y 40.000, según datos de inteligencia. Este crecimiento responde, en parte, al elevado coste humano del conflicto: se calcula que Rusia pierde más de mil soldados muertos o heridos cada día.
Ante esta reorganización militar, los países fronterizos con Rusia han comenzado a reaccionar. Finlandia ha reforzado su frontera con sistemas electrónicos y barreras físicas. Por su parte, Polonia, Estonia, Letonia y Lituania han abandonado el tratado que prohíbe el uso de minas antipersona, temiendo una posible incursión terrestre rusa.
“No tenemos mucho tiempo”, advirtió el ministro de Defensa polaco, Władysław Kosiniak-Kamysz. Los países bálticos, en particular, temen que una futura presidencia de Donald Trump implique un debilitamiento del respaldo estadounidense. En febrero, la inteligencia danesa alertó de que Rusia podría lanzar una guerra a gran escala en Europa en los próximos cinco años si percibe señales de debilidad en la OTAN.
La posible conclusión del conflicto en Ucrania no ha traído consigo una desmovilización, sino una aceleración de la reconfiguración militar rusa. Michael Kofman, del Carnegie Endowment for International Peace, advierte que una operación limitada contra los Estados bálticos podría llegar muy pronto. Para una guerra total con la OTAN, el plazo estimado oscila entre siete y diez años.
Desde Washington, Trump ha restado importancia a las advertencias. Ante la alarma de Volodímir Zelenski sobre el riesgo de una guerra con la OTAN si EE.UU. retira su apoyo, el expresidente respondió: “No estoy de acuerdo ni un poco”.
Aun así, los ejercicios militares rusos hablan por sí solos. En los próximos meses se prevé el desarrollo de las maniobras Zapad (“Occidente”), centradas en zonas fronterizas con países de la OTAN. Según fuentes castrenses, estos movimientos buscan enviar un mensaje claro de disuasión a Europa.
La adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN ha sido uno de los efectos más significativos del conflicto. En el caso finlandés, su ejército cuenta con cerca de un millón de reservistas, y su incorporación ha añadido 1.300 kilómetros de frontera directa con Rusia. Sin embargo, la incertidumbre sobre el futuro de la alianza crece.
Friedrich Merz, líder político alemán, expresó esta semana sus dudas: “No sabemos si esta alianza existirá en unas décadas”. Este escepticismo crece entre varios miembros de la OTAN, preocupados por un posible giro aislacionista encabezado por Trump.
Para algunos analistas, Rusia busca redefinir la arquitectura de seguridad europea por la vía militar. El mayor Kokola, experto en temas rusos, lo resume así: “No comparto su visión, pero entiendo su lógica. Estuvieron en París tras vencer a Napoleón, en Berlín tras derrotar al nazismo. Así justifican su derecho a estar en la mesa de decisiones”.