Desde su campaña, Donald Trump ha prometido acabar con la guerra en Ucrania en cuestión de horas, pero las primeras acciones indican que cumplir esta promesa será más complejo de lo que el mandatario estadounidense había anticipado.
Una amenaza directa, pero ambigua a Putin
El pasado miércoles, Trump lanzó un contundente mensaje en su red social Truth Social dirigido a Vladimir Putin: «Nunca debemos olvidar que Rusia nos ayudó a ganar la Segunda Guerra Mundial, perdiendo casi 60.000.000 de vidas en el proceso. Dicho todo esto, voy a hacerle a Rusia, cuya economía está fallando, y al presidente Putin, un gran FAVOR. ¡Lleguen a un acuerdo ahora y DETENGAN esta guerra ridícula! SOLO VA A EMPEORAR».
Seguidamente, reiteró su buena relación con el presidente ruso: «No busco hacer daño a Rusia. Amo al pueblo ruso y siempre he tenido una muy buena relación con el presidente Putin, y esto a pesar de la farsa de la izquierda radical: Rusia, Rusia, Rusia». Sin embargo, dejó claro que no dudará en aplicar «altos niveles de impuestos, aranceles y sanciones a todo lo que Rusia venda a los Estados Unidos y a varios otros países participantes» si no se logra un acuerdo pronto.
La respuesta desde Moscú no se hizo esperar. Dimitri Polyanskiy, embajador adjunto de Rusia ante la ONU, afirmó que su país está dispuesto a explorar un acuerdo, pero enfatizó que «no se trata solo de acabar con la guerra», sino de abordar las causas profundas del conflicto. Según Polyanskiy, Estados Unidos lleva años transformando a Ucrania en un bastión antirruso, lo que consideran la raíz del enfrentamiento.
Rusia también señaló que el enfoque de Trump no difiere del ya aplicado por Joe Biden, cuyas sanciones debilitaron sectores clave de la economía rusa, pero no lograron forzar una retirada de tropas. La postura de Moscú refleja desconfianza hacia las verdaderas intenciones de Washington.
Dudas en la Casa Blanca y en el entorno de Trump
Dentro de la Casa Blanca, la estrategia de Trump ha generado tensiones. Marco Rubio, nuevo secretario de Estado, intentó minimizar las promesas de campaña, sugiriendo que Trump nunca garantizó el fin inmediato del conflicto, a pesar de sus reiteradas declaraciones públicas. «La política oficial es que debe acabar la guerra en Ucrania, pero el cómo es complicado», señaló.
Por otro lado, figuras como el general Keith Kellogg, designado enviado especial para Ucrania y Rusia, abogan por un enfoque más agresivo. Kellogg cree que la única manera de forzar una negociación es proporcionar a Ucrania «todas las armas necesarias para ganar», incluso si eso implica una escalada del conflicto.
Trump aseguró estar en contacto con Volodymyr Zelenski y que planea hablar pronto con Putin. En sus declaraciones, reconoció el impacto devastador del conflicto en Ucrania, pero también subrayó que la guerra está pasando factura a Rusia: «Putin está destruyendo a Rusia al no llegar a un acuerdo», afirmó.
La guerra, que ha dejado miles de muertos y desplazados desde su inicio en 2022, representa uno de los mayores retos para Trump en el ámbito internacional. Aunque insiste en que podría resolver el conflicto en «24 horas», los primeros días de su presidencia muestran un panorama más complicado.
El enfoque de Trump, entre amenazas económicas y promesas de negociación, pone a prueba su habilidad para consolidarse como el gran pacificador que prometió ser. Sin embargo, su estrategia está llena de incertidumbres, tanto para sus aliados como para sus adversarios.