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En los días previos a las elecciones presidenciales de EE.UU., Donald Trump centró sus esfuerzos en Pensilvania, uno de los estados clave. Aunque Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Nevada y Wisconsin también estaban en juego, el expresidente veía en Pensilvania, un estado tradicionalmente demócrata, la puerta de entrada a la victoria gracias a sus 19 votos en el Colegio Electoral. Parte de su apuesta se dirigía a una comunidad hasta ahora aislada de la política: los amish.
El condado de Lancaster: foco de apoyo inesperado
En el condado de Lancaster, al sureste de Pensilvania, se ubica la mayor concentración de amish del mundo. A pesar de que representan solo el 6% de la población del condado, sus 45.000 residentes viven apartados del resto de la sociedad, sin redes sociales ni vehículos modernos, dedicados a la vida en el campo y a sus creencias religiosas. Sin embargo, este año, una serie de conflictos con el gobierno despertaron un nuevo interés en la política.
Conflicto con el gobierno y el impulso para votar
La situación se intensificó a principios de año cuando el Departamento de Agricultura de Pensilvania inspeccionó la granja de Amos Miller, un granjero amish, tras reportes de enfermedades en niños supuestamente vinculadas a la leche cruda que producía. Miller, quien argumentó que sus creencias religiosas le impiden cumplir con las normativas de la FDA, tuvo que cesar la venta de productos lácteos, lo cual fue percibido por la comunidad como una medida exagerada del gobierno de Biden y el gobernador Shapiro. “Fue el empuje que necesitaban para decidir participar”, señaló una fuente anónima al medio Lancaster Farming, resaltando cómo la comunidad se unió en apoyo a Miller.
Una historia de tensiones con las autoridades
El caso de Miller no es aislado. La comunidad amish lleva años enfrentándose a diversas restricciones, desde la gestión de sus animales hasta su forma de trabajar la madera y las regulaciones de seguro. Según el abogado Robert Barnes, quien defendió a Miller, los amish solo buscan que se respete el acuerdo que el estado de Pensilvania les ofreció en los años 80, prometiendo proteger su modo de vida. Barnes, que se convirtió en un referente para la comunidad, explicó que los amish percibieron la política como un medio para garantizar sus derechos.
La movilización amish: un cambio sin precedentes
Normalmente, los amish no votan. Menos de la mitad de su población alcanza la edad legal para hacerlo y, de quienes pueden, menos del 10% participa, según el Young Center for Anabaptist and Pietist Studies de Elizabethtown College. Sin embargo, el martes pasado se vio algo inusual: varios amish acudieron a votar. Aunque no forman un bloque electoral poderoso, su influencia se extiende más allá de sus filas, pues más de 250.000 habitantes de Pensilvania dependen de los amish económicamente, al igual que millones de personas en todo el país que consumen sus productos alimenticios y de carpintería.
Un giro en el voto de Pensilvania: Trump vence en territorio demócrata
Con el 98% de los votos contados, Trump obtuvo el 50% del voto en Pensilvania y el 57% en el condado de Lancaster, rompiendo con la histórica inclinación demócrata del estado. Para la comunidad amish, la elección de Trump significa la promesa de menos intervención gubernamental. “Solo quieren que los dejen en paz y les permitan hacer lo que saben hacer bien. Así, Donald Trump se ha convertido, casi sin proponérselo, en el defensor de su modo de vida”, concluye Barnes.