Este domingo, el Gobierno de Venezuela ha arremetido contra Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, acusándolo de apoyar un «golpe de Estado fascista» en el país sudamericano. La crítica se produce en respuesta a las declaraciones de Borrell, quien había cuestionado la legitimidad de la reelección de Nicolás Maduro al declarar la falta de «pruebas públicas necesarias» para reconocer su victoria.
El ministro de Exteriores de Venezuela, Yván Gil, ha manifestado su rechazo en un comunicado difundido a través de Telegram, donde arremete contra Borrell y le acusa de actuar bajo las órdenes de Estados Unidos. Según Gil, el alto representante europeo exhibe una «conducta intervencionista y neocolonial», apoyando lo que el Gobierno venezolano considera un golpe de Estado «fascista». El ministro también ha calificado las declaraciones de Borrell como una «afrenta a la dignidad nacional» y un «burdo panfleto» que legitima lo que considera una estafa política.
El enfrentamiento se intensifica después de que Borrell pidiera a las autoridades venezolanas que publiquen resultados verificables de las elecciones presidenciales celebradas el 28 de julio. Borrell ha enfatizado que la Unión Europea solo aceptará resultados verificables de forma independiente para asegurar que se respete la voluntad del pueblo venezolano.
El comunicado de la Unión Europea ha señalado que el Consejo Nacional Electoral (CNE) es el organismo legalmente responsable del proceso electoral en Venezuela, en contraposición al Tribunal Supremo de Justicia, que ha avalado la reelección de Maduro a pesar de las acusaciones de fraude presentadas por la oposición.
En respuesta, Gil ha instado a la Unión Europea a abstenerse de emitir opiniones sobre asuntos internos de Venezuela y ha advertido que el continuado irrespeto hacia la soberanía e independencia del país podría tener repercusiones en las relaciones diplomáticas. El ministro ha calificado el comunicado de la UE como una «chapuza» que quedará registrada en la historia como un ejemplo de vergüenza diplomática.