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23 Nov 2024
23 Nov 2024
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Paletos: bulos y malas praxis en la cobertura del asesinato de Edwin Arrieta

Al inicio de todo esto, que es cuando el hijo y nieto de actores reconoció los hechos y fue encarcelado, la primera hornada de reporteros ibéricos llegó hasta a tratar de volar un dron sobre el patio del presidio. Además, algunos se inventaron bulos donde los torsos iban y venían

Edwin Arrieta y Daniel Sancho/X

A finales de 1994 un joven de 20 años recorría Madrid con todas las ganas de comerse el mundo. Ese chaval era yo, recién llegado desde Málaga a la villa y corte, abrumado tanto cuando circundaba el Bernabéu olisqueando su sala de trofeos como cuando me acercaba a aplaudir a los que hacían cola en el museo del Prado. Aquellos años, como los de todo soñador, fueron maravillosos, entendiendo que los sueños, sueños son. Incluso cuando no pocas veces mis compañeros de trabajo me tildaban de paleto. Y claro, tuve que ponerme a buscar el significado exacto de semejante palabra.

Pocos años antes, y con los recopilatorios de la muy resobada movida madrileña, sonaba con fuerza entre mi tálamo y mi frente el clásico Todos los paletos fuera de Madrid, del grupo Séptimo sello. Y claro, traté por todos los medios, durante mis años en la capital de España, de no parecer eso. Un paleto. Un mísero paleto. Con la boina adosada al cerebro, no al cráneo; completamente enroscada. 

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española paleto tiene un significado despectivo que quiere decir persona poco educada y de modales y gustos poco refinados. Pero el término en cuestión también se utiliza para señalar a los ignorantes e iletrados que llegan a una tierra ignota y se creen los jefes del rancho, sonrientes con sus sombreros de cowboy, entrando en los tribunales como los borrachos en los bares y decantando las balanzas como si ellos fueran los mismos fruteros. ¿Les suena de algo? Y ahí entra parte de los periodistas que desde Madrid vinieron a contarles a sus televidentes que Sancho no sólo era guapo sino inocente, cuando las pruebas como sumas básicas en una clase de matemáticas de tercero de la EGB evidenciaban que el acusado planeó y provocó una matanza con tanta saña que debería a su vez juzgarse a los que les defienden a pies juntillas. 

Al inicio de todo esto, que es cuando el hijo y nieto de actores reconoció los hechos y fue encarcelado, la primera hornada de reporteros ibéricos llegó hasta a tratar de volar un dron sobre el patio del presidio. Además, algunos se inventaron bulos donde los torsos iban y venían, se cambiaron a los reos de las cárceles de la noche a la mañana, y se persiguieron por toda la isla de Samui a los cocineros del penal cuando terminaban su turno de trabajo tratando de que contaran a cámara que Sancho come bien y sonríe mejor pero nunca lo de su psicopatía. 

Luego comenzó el juicio y con él las opiniones imperativas de los expertos en cuestión, de los cuales ni uno solo sabía antes del macabro suceso colocar a Tailandia en el mapa como asumir que un cuchillo de sierra no se utiliza para cortar cocos. Y no sólo tuvimos que soportarlas –las opiniones– sino darlas por buenas, como la niña de nueve años que debe aceptar a su marido de 45 en la tierra de Alá. Por lo que el que escribe, con algo más de experiencia en la zona y, por ende, de contactos, se veía ninguneado cuando desde el inicio de esta infinita cobertura supo que a Daniel Sancho le iba a caer, como dicen los progres, todo el peso de la ley, en sí una cadena perpetua –que en realidad debía haber sido una pena capital–, como un piano de cola. 

Este texto que están leyendo llevaba escrito desde la primera semana de mayo de este año. Justo cuando el juicio estaba cerca de acabar, que fue cuando algún periodista, de esos muy paletos, me dijo algo así como que yo no tenía ni idea a la par de que mentía. 

Y claro, no podía permitirme el lujo de explicarles, queridos lectores que, aunque la razón tenga muchos dueños, para el honor no cabemos todos. 

Y ahora, a apelar hasta que las instancias superiores sigan tirando por tierra sus últimas intentonas y tengamos que sentarnos a ver cómo el asesino y descuartizador asume y cumple su cadena perpetua, tan merecida. Y desde aquí un recuerdo a Edwin Arrieta, asesinado salvajemente y a sangre fría por la persona que utilizó mucho de su dinero y a la que el mismo día que fue descuartizado le iba a pedir matrimonio bajo el influjo de la luna llena. 

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