Imagen: Europa Press
Borja Villacís, asesinado este martes, vivió una vida marcada por contrastes. Nacido en una familia acomodada del barrio madrileño de Chamberí, su destino parecía asegurado, pero terminó inmerso en el mundo del narcotráfico. Su asesinato, aunque impactante, era un final quizás temido desde hace tiempo.
Asociación con un grupo radical
A sus 41 años, Borja ya había recorrido un camino turbulento. Desde joven, mostró una inclinación hacia ambientes conflictivos, sumándose a los Ultras Sur, un grupo radical asociado al Real Madrid. Con el tiempo, se unió a una escisión de estos, los Outlaw, liderados por un individuo conocido como el Niño Skin. Este grupo, según la Policía Nacional, nunca fue una entidad estable, caracterizándose por su desorganización y afición a la violencia.
Los Outlaw, con sus camisetas distintivas y un logo parecido a un engranaje, frecuentaban los gimnasios de Canillejas, en San Blas, un barrio al este de Madrid. Estos lugares eran conocidos por sus disciplinas de artes marciales mixtas y boxeo, proporcionando un espacio para entrenar y perfeccionar sus habilidades de combate, aunque no con fines deportivos, sino para agredir a víctimas desprevenidas.
Antecedentes policiales por tráfico de drogas
Fue en estos círculos donde Borja obtuvo sus primeros antecedentes policiales. Si bien no fue líder, su lealtad y proximidad a figuras como el Niño Skin y Juan Manuel Bajo lo convirtieron en un miembro de confianza. Estos dos amigos incursionaron en el tráfico de drogas, colaborando con bandas colombianas para distribuir grandes cantidades de cocaína en España. Borja, en su rol de guardés, vigilaba los alijos en pisos seguros, una tarea que requería la máxima confianza de los líderes.
La investigación de la Guardia Civil y la Audiencia Nacional, facilitada por las intervenciones de EncroChat, reveló la implicación de Borja en esta operación. Pasó meses en un piso en la zona de Majadahonda-Las Rozas, supervisando la guardería de la droga. Sus comunicaciones eran breves y operativas: «Baja», «sube», «llegamos», reflejando su papel crucial en la cadena de distribución.
Una operación y un final trágico
La operación Águila-Frozen, que culminó con más de 30 detenidos y la desarticulación de varias organizaciones, incluyendo a los Outlaw, no detuvo la carrera delictiva de Borja. Sin embargo, su vida terminó abruptamente no por la justicia, sino por balas del calibre 7.62, en un lugar solitario, poniendo fin a una vida que había transitado de la comodidad al crimen organizado.