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16 Sep 2024
16 Sep 2024
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Busco casa, estoy jodido

: El problema de la vivienda en España no es solo económico; es un problema de mentalidad, de cómo entendemos el rol del Estado y del mercado en nuestras vidas.

Fotografía de: Idealista.com

Estoy buscando casa. Debería ser un paso emocionante, el inicio de una nueva etapa, pero en España, y particularmente en Madrid, este proceso se ha convertido en una odisea interminable. Los precios de la vivienda son ridículamente altos, la oferta es escasa, y la posibilidad de encontrar un alquiler razonable parece tan probable como ganar la lotería. Pero ¿nos hemos preguntado por qué estamos aquí? ¿Por qué, a pesar de tanto discurso político sobre vivienda, la situación sigue empeorando?

La respuesta, aunque incómoda para muchos, radica en el intervencionismo político que asfixia el mercado de la vivienda en nuestro país. En lugar de permitir que el libre mercado funcione y ayude a ajustar a la oferta y la demanda, los sucesivos gobiernos han impuesto regulaciones, restricciones y controles que no han hecho más que agravar la situación. Y lo más frustrante es ver cómo gran parte de la población sigue creyendo que la solución pasa por aún más intervención, como si añadir más capas de burocracia y normativas pudiera, de algún modo mágico, resolver el problema.

Tomemos, por ejemplo, las constantes promesas de regular el mercado de alquileres. Los políticos nos dicen que, limitando los precios y desprotegiendo la propiedad privada, nos protegerán de los abusos de los propietarios. Pero la realidad es bien distinta: estas políticas suelen reducir la oferta de alquiler, ya que los propietarios, ante la imposibilidad de obtener un rendimiento adecuado y sin garantizar la seguridad sobre sus inmuebles (hoy en día se protege más al okupa que al propietario), optan por retirar sus propiedades del mercado o venderlas, disminuyendo aún más la disponibilidad. Es un círculo vicioso, un efecto secundario del control de precios que la mayoría de la gente ignora o simplemente no entiende.

Y luego está el mito de la vivienda pública como solución a todos los problemas. No me malinterpreten, la vivienda pública puede tener su lugar, pero confiar exclusivamente en ella como salvavidas es una falacia. Cada vez que el Estado se adueña del mercado, se produce un efecto desplazamiento: la inversión privada disminuye, la competencia se reduce, y el mercado se estanca. Lo que debería ser un entorno dinámico, donde la competencia y la innovación impulsan la oferta, se convierte en un páramo regulado, donde las oportunidades de acceder a una vivienda disminuyen.

Es aquí donde entra en juego la gran mentira que tantos creen: que más intervención, más política y más controles son la solución. Y mientras la clase política sigue buscando enemigos inexistentes, como “los malvados especuladores” o “los insaciables propietarios”, la verdadera raíz del problema permanece oculta. Tomemos como ejemplo las recientes declaraciones de Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, quien en la red social X clamaba por la necesidad de transformar España para que los jóvenes tengamos acceso a una vivienda digna. Parece olvidar que el gobierno en el que ella ocupa un puesto de poder lleva seis años al mando del país, y durante ese tiempo, no han hecho más que profundizar en las mismas políticas intervencionistas que nos han llevado a esta crisis. Es como si quisieran apagar un incendio con cerillas. Claro, votasteis gestos, tenéis gestos.

Quizá deberíamos recordarle que el acceso a la vivienda es un derecho fundamental, pero no lo es tener una propiedad. Es decir, no tienes derecho a que un tercero te pague la casa. Y que exista tal derecho no significa que la solución pase por más regulación y menos mercado. Al contrario, necesitamos liberar el mercado, permitir que la oferta responda a la demanda, fomentar la competencia y la inversión privada. Necesitamos menos Estado y más libertad económica. Es absurdo pensar que la misma política que ha creado el problema va a ser capaz de solucionarlo.

El problema de la vivienda en España no es solo económico; es un problema de mentalidad, de cómo entendemos el rol del Estado y del mercado en nuestras vidas. Mientras sigamos confiando ciegamente en que la política nos salvará, seguiremos atrapados en esta espiral de precios inalcanzables, oferta limitada y frustración creciente. Es hora de cambiar el enfoque, dejar de buscar enemigos inexistentes y entender que, muchas veces, menos es más. Si queremos que el sueño de la independencia residencial sea una realidad, necesitamos menos intervención, menos regulación, más libre mercado.

Se trata de devolverle al mercado la capacidad de funcionar, de responder a las necesidades de la gente. Se trata de liberar a una generación atrapada en un sistema que ya no funciona. Y, sobre todo, se trata de entender que la verdadera solución no vendrá de más intervencionismo, sino de más libertad.

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