Víctor de Aldama no se limitó a hablar de corrupción en su declaración ante el juez y el fiscal; también ofreció un monólogo lleno de anécdotas que parecen más un guion de comedia que una crónica política. Entre las perlas de la jornada, destacó su descripción de Koldo García, un personaje que, según Aldama, podría competir en un certamen de «ocurrencias extravagantes».
Primera joya: la crisis aeroportuaria de Barajas. Cuando Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, aterrizó en Madrid pese a tener prohibido pisar suelo europeo, la prioridad era sacarla de allí a toda velocidad. ¿El problema? Los pilotos de su avión privado ya habían agotado sus horas de vuelo. Pero tranquilo, que Koldo tenía una «gran idea» llamar a la ministra de Defensa y pedir dos pilotos militares para «rescatar» a Delcy en el jet privado. Porque claro, si algo sobra en el Ministerio de Defensa, son pilotos entrenados listos para entrar en misiones de… ¿taxi VIP?
Si esto no es suficiente para sacar una carcajada, Aldama también tuvo tiempo para denunciar las prácticas corruptas del Gobierno de Pedro Sánchez y relatar su propia detención, pero esas historias palidecen frente a las «genialidades» de Koldo. Al parecer, no hay límite para la creatividad en la política contemporánea.
Queda claro que si alguna vez Koldo decide escribir un libro, podría titularlo «Cien maneras insólitas de resolver problemas imposibles». Mientras tanto, las declaraciones de Aldama nos dejan con una mezcla de indignación y ganas de pasarle palomitas al juez.
Delcy, oro y fertilidad: las «breaking news» de Aldama
Víctor de Aldama decidió hacer de su declaración ante el juez una mezcla entre confesión judicial, stand-up y reality show. En dos horas desgranó un repertorio que incluyó desde teorías aeronáuticas hasta pagos en efectivo que harían sonrojar a un banquero suizo.
Primero, el mito del oro en las maletas de Delcy Rodríguez. Aldama, pragmático y un poco ingeniero aeronáutico de sofá, desmontó la idea: «Un Falcon 900 con ocho pasajeros y doce maletas llenas de oro… el avión se cae». Por supuesto, añadió que Delcy, como buena VIP, podría haber usado valijas diplomáticas. Así que nada de contrabando de «oro volador».
Pasamos a los méritos antiterroristas de Aldama, donde el empresario se coronó como una mezcla de James Bond y MacGyver. Según él, ha comprado drones para la Guardia Civil, disparado armas con el GAR, recibido medallas por su lucha contra el terrorismo y hasta tiene conexiones con la CIA y el FBI. Suena épico, pero la pregunta queda: ¿dónde está el spin-off?
En cuanto a su detención, Aldama se mostró indignado. Relató que 38 agentes de la Guardia Civil entraron en su casa como si fuera «un terrorista» y le apuntaron con armas a él y a su mujer. Aprovechó para lanzar una puya sobre Puigdemont, aunque el juez, más centrado en el caso, le cortó el rollo.
¿Y los pagos? Aquí es donde el show alcanza niveles de «telenovela deluxe». Según Aldama, no solo hubo cientos de miles de euros en efectivo para José Luis Ábalos y Koldo García. También se costeó un tratamiento de fertilidad para la esposa de Koldo, una moto, un coche y, por supuesto, la casa de Jésica, amante de Ábalos.
Aldama vs. el inspector VIP: Raúl Burillo, de Nóos a Barajas
Víctor de Aldama no se anda con rodeos y, de paso, pone a más de uno en aprietos. Según su versión, Raúl Burillo, el inspector estrella de Hacienda conocido por su papel en el caso Nóos, pasó de investigar los negocios de Iñaki Urdangarin a convertirse, supuestamente, en el brazo ejecutor de Koldo García. Aldama asegura que Burillo no fue un simple inspector, sino alguien “designado” para hacerle «la vida imposible». Todo, según el empresario, por obra y gracia de su tensa relación con Koldo.
Pero la historia no termina ahí. Según Aldama, Burillo parecía más fascinado con los vuelos internacionales que con las declaraciones fiscales: «Estaba más interesado por el viaje de Delcy y de Ábalos que por la inspección de Hacienda». Una acusación que suena tanto a crítica como a anécdota tragicómica.
Así, en esta novela de intrigas políticas, Raúl Burillo se perfila como un personaje recurrente que, de Nóos a Barajas, pasa de exponer la corrupción de la jet set a supervisar maletas y oro que nunca existieron. Lo que no queda claro es si este inspector, tan presente en las páginas más polémicas de la actualidad española, está investigando más de lo que debería… o menos de lo necesario.
Y mientras tanto, Aldama se sigue paseando por los tribunales con sus declaraciones explosivas, dejando titulares que parecen guiones de una miniserie de corrupción y poder.